Encuesta



Hoy, 31 de mayo, por fin terminó nuestra encuesta sobbre tu narrador peruano vivo preferido con 50 votantes. Y me complace informarles que nuestro flamante ganador es Alfredo Bryce Echenique. Genial Bryce, ¿cuándo no? Y es que el genio detrás de Martín Romaña, Max Gutierrez, Juan Manuel del Carpio, Carlitos Alegre, entre otros, sin olvidar obviamente al tiernesísimo Julius, se llevó el sesenta por ciento de los votos (treinta votos), ganándole así a Vargas Llosa por diez votos. Increíble pero ciento por ciento, ¿o debería decir sesenta por ciento? Bueno si algún día Bryce lee esto (lo cual obviamente es virtualmente imposible) le mandamos nuestras sinceras felicitaciones.


Luego de los ya reconocidísimos Alfredo y Mario, tenemos al buen Danielito Alarcón, el más joven de la lista, y el tercer puesto, quien se ganó trece votos ( el 26%), pasándo así en último minuto al tambíén joven y apuesto Santiago Roncagliolo quien tuvo dos votos menos y el 22% de votantes a su favor, teniendo un bien merecido cuarto puesto. Esta noticia no será bien recibida por José María quien es acérrimo defensor de Roncagliolo, mientras que Chernobyl debe de estar saltando en un pie, porque quien cree el futuro literario del Perú (después de él mismo obviamente, la modestia primero en nuestro querido compañero) con sólo dos libros (Radio Ciudad Perdida y Guerra a la luz de las velas) le ganó al ya laureado por Alfaguara: Santiago cuyas novelas, Abril Rojo (Premio Alfaguara de novela 2006) , Pudor, El Príncipe de los Caimanes y su investigación sobre Abimael Guzmán (La Cuarta Espada), eran de las favoritas de José María.


Empatando con Roncagliolo se encuentra uno de mis favoritos y por quien voté, el genial Fernando Ampuero cuyo repertorio está plagado de cuentos (considerados de los mejores cuentos peruanos contemporáneos) y cuenta con tres novelas (Caramelo Verde, Puta Linda y Hasta que me orinen los perros) pero interesantísimas, de esas en las que no puedes despegar los ojos del libro.


Ya en quinto puesto tenemos al arequipeño Oswaldo Reynoso, por quien votaron ocho personas. Le siguen Thays y Garayar quienes empatan con cinco votos. Y ya luego están Edgardo Rivera Martínez y Alonso Cueto, quienes increíblemente y aparte de su amplia y exceltente trayectoria sólo cuentan con un voto cada uno.


Algo importante es que siete personas votaron por "Otro", quién será otro, no lo sé en estos momentos se me vienen a la mente, Miguel Gutierrez, Luis Loaya, Luis Hernan Catañeda, Jaime Bayly (?), ¿José María, Chernobyl? ¿Quién sabe?


Les dejo los resultados de la encuesta por si se borran aquí al costadito:


¿Cuál es tu narrador peruano vivo preferido?



Mario Vargas Llosa
20 (40%)

Alfredo Bryce Echenique
30 (60%)

Edgardo Rivera Martinez
1 (2%)

Oswaldo Reynoso
8 (16%)

Iván Thays
5 (10%)

Alonso Cueto
1 (2%)

Fernando Ampuero
11 (22%)

Daniel Alarcón
13 (26%)

Santiago Roncagliolo
11 (22%)

Carlos Garayar
5 (10%)

Otro
7 (14%)

Votos hasta el momento: 50

Encuesta cerrada




Bueno pues eso fue todo, pronto pondremos otra encuesta con poetas peruanos, pero acá si valdran los ya muerto y el tiempo de votación no será tan largo. Vayan pensando, y leyendo, les recomiendo a Cisneros y a Blanca Varela.


Hasta pronto,



-YAKAMOZ-

¿¿Has leído a Roncagliolo??





"¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?"



Aquella tristísima mañana, entre unas calles que no viene al caso recordar, mientras aguardaba la llegada del auto de unos amigos, pensaba en ella. Sabía que aparecería en cualquier momento. ¿Pero qué le diría? ¿Los temblores en mi estómago me dejarían hablar?

Estaba muy nervioso, no sabía que hacer. Mi estómago y sus temblores ya me habían traicionado antes. ¿Por qué ahora no? Es que estos nervios siempre me causan problemas, como en el colegio, en los exámenes. En esta ocasión qué haría, cómo se lo diría. Casi llorando de nervios me puse a rezar mentalmente, pero no me calmaba. Intenté rezar la oración de san Ignacio, la que me enseñaron en el colegio, esa era la que más me gustaba y siempre me traía paz, pero nada…

—Oye Beto, entra pues.

—Ah, lo siento, no me fijé.

La camioneta de José Ignacio era preciosa y más preciosa aún cuando ella estaba en el asiento trasero. Me senté a su lado. La saludé, también a Ignacio y a su enamorada.

Ignacio manejaba como un energúmeno pero yo ni me daba cuenta, estaba a su lado y sólo eso importaba. Quería hablar pero no podía: un ratoncito había subido desde mi estómago y se había comido mi lengua; Dios ayúdame, pensaba, dame el don de la palabra, quiero decir algo bueno pero no me sale. Me sentía un imbécil, un triste pusilánime pero que más da, eso lo sentía todo el tiempo, no era sorpresa. Pero no, no tengo que pensar así, ella está a mi lado, tengo que decirle algo, sí, le diré algo y todo se resolverá. Pero ¿qué le digo? ¡Bah! qué patético, sí, y toda la noche de ayer planeando posibles diálogos. ¿Qué más da?

—Este…, mmm…, este… ¿has leído Abril rojo de Roncagliolo?

Dios mío qué idiota puedo llegar a ser. Otra vez con lo mismo. Qué acaso no puedo hablar de otra cosa que no sean libros. Debe de haber algo más interesante en mi vida, ¿pero qué?

—No, no leo—. Me respondió secamente.

¡Ay! Siento ganas de llorar. Ya no puedo más. Voy a vomitar mi corazón. Qué imbécil soy, mejor no hubiera nacido. ¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?

Bueno por lo menos esta vez no me puse a temblar, y tampoco sentí ese hormigueo en todo mi cuerpo que me asusta tanto en lo exámenes y me hace dar la impresión de que me voy a desmayar, por suerte que no me vino eso, porque si no…

No volví a hablar ese día.



Chernobyl

El mundo no es como me lo contaron


Este cuento lo escribí hace ya algún tiempo y no tengo ganas de revisarlo. Tómalo o déjalo





– ¡Ah! –gritó mi hermano, y mi madre se desmayó – ¡se suicidó!

Sí, efectivamente, me había suicidado. Quién lo diría pues, pobre José Carlitos, ¿no Amparito? Sí pues Milagrito ¿quién diría? Tan buenito y lector él, cómo le gustaba leer ¿no? Si pues el siempre très sympathique et très intelligent, aunque también tenía sus ideas medio raras ¿no? Sí, tienes razón Milagrito pero…, bueno sírveme un poco más de tesito please.

¡Bah!, que feo. Siempre me habían gustado los velorios, una cierta morbosidad movía en mi un gran interés para con estos eventos. Pero esta vez era diferente, mi propio velorio, que raro se siente. Unos desubicados se cuentan chistes, unas señoras conversan, otras lloran. Mi madre lo hace como ninguna. ¡Qué impotencia! Mamá no llores por favor, te amo tanto, no llores por mí, ahora estoy mejor, mami porfa no estés así, no. Tengo ganas de llorar, no me gusta ver así a mi familia, todos lloran, ¿cómo? No puede ser, hasta mi papá llora, no papi no llores, nunca lloraste frente mío, no lo hagas ahora, me haces sufrir, no quiero verte así. ¿Y tú? Paulito, mi hermanito, no estés triste. Te quiero hermanito, tanto te quise en vida, siempre queriendo que seas el mejor, sacrificándome para poder estar a tu lado y poder enseñarte algo más, dejando de lado muchas oportunidades para que al crecer me tengas contigo. Y mírate ahora, todo un hombrecito. Me siento orgulloso de ti. Por favor te encargo a nuestros padres, ahora tu eres lo único que les queda. Cuídalos por favor.

Y ahora que repugnancia. No pensé que me darían tantas nauseas mi cuerpo inerte, mi nariz y mis ojos tapados con algodón para que no escape la hedionda esencia de la cárcel de mi organismo, donde cohabitará con otros malandrines que roerán mi cuerpo hasta convertirme en polvo. Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos. Sí, pero que asco me doy, vestido con mi terno, con mi tez aun más blanca y con la señal que dejé marcada hasta la eternidad en mi triste cuello, el signo que mostraba la manera con la que elegí acabar conmigo. Esa forma que tanto excitó mi imaginación. El ahorcamiento.

Ya se imaginan la sorpresa de mi madre y de mi hermano al verme colgado del techo de mi cuarto, pobre de ellos, lo siento en verdad, les debo una disculpa. Creo que debí suicidarme de una manera menos escandalosa. Pero así es mi personalidad. Siempre trate de llamar la atención. Hasta en la muerte. Sí, como siempre me ganó el egoísmo, y en vez de evitarle por lo menos una pizca de sufrimiento a mi madre, cumplí con mi capricho y me ahorqué. Y ahora estoy doblemente condenado, una por suicidarme y la otra por el bullicio. Porque como dicen, Dios perdona el pecado pero no el escándalo.

Bueno, y a todo esto ustedes se preguntarán el porqué de mi suicidio. Podría pensarse que fue por una chica o algún problema amoroso, que la verdad no faltaba. Si pues, siempre está aquella chica que vuelve loco a uno y en el momento menos esperado le corta haciéndole sufrir a mares, haciéndose odiar y amar tanto, pero tanto… En efecto, es desquiciante.

Si… pero no, no me suicidé por esa chica ni por ninguna. Eso si sería estúpido de verdad, soy tonto aunque… también bien imbécil, pero no tanto pues.

Mis razones fueron otras, y aunque el zahorí lector talvez piense que soy un cobarde y que mis razones si son bien pero bien y requete bien estúpidas, ahí les van:

Me suicidé porque el mundo fue y será una porquería, como dijo Gardel, porque es un despliegue de maldad insolente y vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todo manoseado, porque estaba triste, porque una persona buena nunca triunfa, de hecho siempre tiene las de perder. Porque todo está de cabeza, porque si Jesús viniera a salvarnos se crucificaría el solito, porque el que no roba es un gil, porque a nadie importa si naciste honrado. En fin, porque estoy decepcionado del mundo, y no puedo hacer nada para cambiarlo.

Efectivamente una persona correcta y honrada nunca será tratada como se debe y nunca tendrá remuneración por serlo. Aquí solo sobreviven los ladrones y la gente vil.
Por eso sentí que este mundo no era para mí. Porque no es que diga que bruto que este José Carlos es un ángel de Dios y tan bueno él y que le debemos de construir una iglesia. Pero en efecto, siempre traté de seguir lo que pensaba que Dios quisiera que haga, lo que me enseñaron en el colegio que debía de hacer. Que cada vez más pienso que es pura porquería.

Evidentemente este no es el universo que creo Dios, y no puedo hacer nada para que lo sea. Uno se siente tan impotente, tan miserable.

Siempre pensé que el creador me tenía una misión, bueno a todos. Pero me siento incapaz de cumplirla, entonces siento que vivo inútilmente, que si muriera, ya pobrecito el José Carlitos se murió pues, pero no pasó nada, no cambié nada y aunque viviera más no podría hacerlo.

Ni en el mismo colegio, donde tanto aprendí de moral, las cosas funcionaban como debían, todo era pura palabrería, pura locuacidad. Pero en práctica nada, todo vacío. Nadie respetaba a nadie y el bien nunca era recompensado.

Entonces no pues, no podía ser así. Si no podía arreglar las cosas con mi trabajo y esfuerzo ¿para qué vivía?

Era todo un revoltijo de emociones y decepciones los que había en mi joven y romántico ser. Que en un momento tuve que estallar con el desenlace ya conocido.

Entonces, ¿ya saben por qué me suicidé? Sí, porque el mundo no es como me lo contaron.



Chernobyl

En la orilla del río Dnieper

El río Dnieper era en ese entonces y seguramente sigue siendo una masa grisácea de agua que atraviesa todo este país tan ajeno a mi, dicen que en su trayecto medio el agua se torna cristalina y diferentes peces viven en armonía pero ahora lo que veo son islotes de botellas de cerveza y miles de colillas de cigarros que la suave brisa lleva una y otra vez hacia la orilla donde estoy yo.
Era un día normal, en el cielo aún se podían ver las nubes y el sol alumbraba despacio en medio del viento que corría a grandes velocidades levantando las faldas de chicas imprudentes en las calles atiborradas de gente que va a estudiar o a trabajar, yo prefiero estar aquí, en la otra orilla puedo ver a los primeros bañistas del verano que chapotean en el agua, algunos pescadores con diferentes utensilios y cervezas se divierten. Los veo por momentos y me siento parte de ellos pero no es así, yo soy un alma solitaria pues a pasado cuánto tiempo ya, y sigo estando solo, el recuerdo de la niña mala es un tanto ilegible desde aquella vez que bailamos en el Caribean sin importar la hora ni el grado de embriaguez, mientras nos debatíamos con las luces que me mareaban y aquel humo espeso que me producía tos, nunca le pregunte su nombre y ahora me arrepiento, sólo recuerdo su mirada azul plagada de picardía y sus manos frías sobre mi cara adormecida.

La vi un par de veces más, si mal no recuerdo un día saliendo de la Universidad de Lingüística, estabamos en pleno invierno y yo tenía tanta ropa que se me hacía difícil moverme, la vi caminando con un grupo de amigas cerca de la plaza Lva Tolstova, dude primero en acercarme, cuando ella me vio y se aproximó hacia mi.
-¿Es qué acaso ya no saludas?
Comenzó a nevar, los copos de nieve caían de costado, la gente comenzaba a abrir sus paraguas, la cogí del brazo y la llevé hacía la entrada del metro para hablar mejor y le explique en el mejor ruso que pude que nunca la olvidaría.

Fuimos hasta la estación principal del metro, una vez en Kreschatik nos tomamos unas fotografías en la plaza de la independencia cerca a una estatua de un hombre a caballo.
-Debe ser Don Juan le dije.
-No, es Bogdan Jmelnetsky, preferí no indagar e hice mi mejor sonrisa para la foto, el fotógrafo era un poco calvo para su corta edad y tenía un aliento fuerte a licor.
-Seguramente es por el frío le dije, pues todos estaban igual de ebrios, entonces nos tomamos una foto besándonos para comprobar si el siguiente fotógrafo también estaba picado, y una más al borde de una pileta con forma de puercoespín que emanaba agua por todas las puntas, y una más con los fundadores de la ciudad y una con un shrek medio despintado lo cual nos dio risa, terminamos agarrados de la mano y bebiendo café en una pequeña terraza hasta que aparecieron sus amigas.
Las acompañe unas cuadras cuando comprendí que estaba sobrando en ese grupo debido a las indirectas que me hacían, quizás se encontrarían con un algunos amigos, que tonto fui al pensar que no tenía enamorado o algo parecido, inventé una excusa poco creíble y entré a la primera estación del metro que pude.

La siguiente vez que la vi fue aún más fugaz, llevaba días sin salir del pequeño departamento en que vivía, leyendo bastante y comiendo poco, llego en ese momento Jesús un buen amigo limeño dispuesto a salvarme de la lobotomía que me esperaba si seguía así, fuimos a una discoteca latina en un callejón de casas pequeñas y al fondo se sentía la música a todo volumen, traté de animarme un poco y prendí unos cigarrillos, Jesús bailaba con gracia y me iba haciendo toda clase de señas para que baile con una chica de cabellos rizados y mirada triste que yacía en la barra mirando a sus amigas en la pista de baile.
-Seguro hacemos buena pareja le dije.
-No se bailar bien me respondió aún tímida a lo que replique que yo tampoco.

Mientras bailábamos vi a la niña mala unos pasos más allá, seguí bailando sin perderla de vista, bailaba con un tipo alto y bastante atlético, logré posicionarme a su lado entre empujones de bailarines vigorosos, al verme me guiñó un ojo, luego dejo de bailar y caminó hacia la puerta del baño.
La seguí luego de disculparme con mi pareja que ya comenzaba a agarrar el ritmo.
-¿Veo que el destino nos junta una y otra vez por qué será ah?
Al decirme esto la sentí un tanto irónica, creí que estaba mareada, estaba bella como siempre y pude sentir sus labios calidos al momento de saludarla.
Sacó un cigarro de su bolso el cual encendí con bastante galantería, luego aguantando el humo me preguntó por mi pareja de baile.
-No habría de importarte, yo también te vi acompañada le dije mientras buscaba las palabras en mi mente como si fuera un diccionario y hasta sentía que iban pasando las páginas, estaba empecinado en no dejarme llevar por ella y ser yo quien se impusiera esta noche.
-Veo que estás cambiando, será aquella chica la que te hace cambiar, y rió un poco, se burlaba de ella.
Luego se acercó lentamente como para darme un beso, quise rechazarla pero sentí su aliento que últimamente se me hacía tan familiar y había soñado tanto con esto que cedí mientras la música se iba apagando allá afuera.
-Te quiero, hace tiempo pienso en ti como un loco sin siquiera saber tu teléfono, ni tu dirección, quiero saber más de ti, pero sólo te puedo ver por los artilugios del destino.
-No soy para ti, nunca lo seré, me dijo con voz entrecortada, por un momento me sentí orgulloso de mi nivel de ruso, luego me acerqué para besarla, en un momento ella me empujó y me propinó una cachetada, seguido sentí que me jalaban de un brazo y pude ver al tipo alto y bastante atlético demasiado enfurecido y me propinó varios golpes que pudieron degenerar en una paliza si es que no aparecía Jesús con unos amigos cubanos, fue cuando se armó de verdad, los golpes iban y venían, empecé a mover los brazos con fuerza sin saber a quién golpeaba, terminamos fuera de la discoteca con los grandulones de seguridad, tenía un ojo casi cerrado pero pude ver a la niña mala subiendo a un auto negro y volteó para despedirse con un risa burlona.

Desde entonces estuve con varias chicas, pero sólo tuve problemas y rompimientos, pues no eran como ella, por eso ahora comprendí que los chicos buenos nunca ganan y estoy en esta orilla ya sin cigarros, preguntándome si ella no estará en ese barco que pasa plagado de turistas sonrientes, o en aquella playa chapoteando en el agua, por momentos me pregunto si no saldrá convertida en sirena atraída por los anzuelos de estos hábiles y ebrios pescadores, no lo se pero deambulo por las desiertas calles mirando si es que no aparece en la siguiente esquina y sin entender por qué no puedo ser para ella.

José María