El mundo se va a acabar

Carlitos había cumplido 7 años. Su fiesta fue todo un alboroto en la casa, con payasos y piñatas como debía ser y antes de irse jugaron a las escondidas por todo el vecindario. Terminaron todos contando historias de terror alumbrados por una luz cetrina en medio de casas oscuras sin forma y que hubieran podido ser gigantes al acecho.
Ese día Carlitos escuchó que el mundo se acabaría este año, cualquier día. ¿Por qué no hoy? Le dijo Pepe, que era el mayor del grupo y miró a los ojos a Carlitos intimidándolo, buscando el temor en esa mirada de niño engreído.
La idea daba vueltas en la mente de Carlitos. Por último pensó que si el mundo se acabaría, ya toda la gente se hubiese enterado. Pero creyó que le guardaban el secreto. Un día entró al comedor luego del colegio, cabizbajo como en los últimos días. Sus padres hablaban y hasta subían la voz. Carlitos entró y fue cuando repentinamente sus padres se alejaron y cambiaron de tema. Esto pasó tres veces.
Pero si se acabaría el mundo, no habría sol, ni el viento que mueve los árboles durante la tarde, que espanta a los pájaros que andan de flor en flor.
-No se puede acabar, dijo al día siguiente en el recreo a Rodrigo, su mejor amigo, y se marchó acalorado.
Carlitos últimamente dormía poco y mal. Tenía sueños en los que él era un héroe y recorría el mundo avisándoles a todos que el mundo se acabaría, para que estén preparados. En otros él veía una ola gigantesca que arrasaba con su casa y no dejaba rastro. Despertaba sudando.
Un día se sintió mal, estaba colorado y quizás tenía fiebre, además quería tenerla para quedarse en la casa y descansar las malas noches. Despertó muy temprano, la ventana estaba empañada y no se miraba con facilidad, la limpió con la mano y vio afuera a su papá que subía a un taxi con un maletín grande y a su mamá aún en bata lo despedía a lo lejos.
Pensó lo peor, más aún cuando ese día no salió el sol, hacía frío y una capa de neblina caía sobre las calles obligando a los carros a prender las luces.
Miró por la ventana y no había gente, los pájaros ya no cantaban en los árboles frondosos y las flores estaban cerradas sin dejar ver sus colores
El mundo se va a acabar hoy día, dijo Carlitos frente al espejo. Tenía la cara mojada y las gotas de agua resbalaban por toda su cara. Prendió el televisor y vio una inundación en Indonesia, un terremoto en Japón. Es que se acaba poco a poco pensó. Era la ansiedad la que lo hizo cambiarse rápidamente.
Decidió no decirle nada a su mamá, pues no entendería y ya no hay nada qué hacer. Sacó una lata con todos sus ahorros y los metió en bolsillos diferentes mientras salía a la carrera. Abrazó a su mamá que aún medio dormida le dio un beso.
Carlitos salió desesperado por las calles, iba dando pasos cortos pero rápidos y con pequeños trotes de rato en rato. Se dio cuenta en el camino que era sábado y quizás tenía tiempo para visitar a unos amigos o quién sabe, el mundo se puede acabar en cualquier momento…
Encontró a Raúl en una esquina caminando con su hermana, Carlitos agitado lo sujetó del polo azul que llevaba y le puso en las manos un puñado de monedas. No tuvo tiempo de reaccionar y Carlitos ya estaba en la otra esquina.
Tocó la puerta de Ricardo, el matón de la clase, algo nervioso. Lo insultó de la nada y se animó a empujarlo. Dieron varias vueltas en el suelo y al final Carlitos se impuso aplicando la llave estranguladora.
Comenzó a sudar y ya un poco cansado llegó a la casa de Rodrigo. Le dio un abrazo y con la misma se fue.
Así pasó casi todo el día, después de haber visitado a algunos primos, tíos, amigos, la señora de la tienda y al señor del Internet donde jugaba. Finalmente se encontraba frente a la puerta de Gabriela, una puerta marrón con unos focos alrededor que alumbraban el escudo de la familia. Tocó el timbre y salió ella. Carlitos la abrazó y le dijo que le gusta más que nadie en la clase, luego le dio un beso que ella sorprendida correspondió.
Llegó a su casa muy tarde y cansado. Su mamá estaba preocupada y con el teléfono en las manos. Carlitos la abrazó y la miró con atención y ternura mientras comían. Luego de comer quiso quedarse a dormir en su cama. No pasó mucho rato y se durmió, aunque luchó contra el sueño pensando que ese era su último día, pero se durmió tranquilo y esperando lo peor.
Se despertó a medianoche asustado y se persignó. No quería olvidarse de nada y se volvió a dormir.

José María

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