El atípico caso del Gordito Suárez


El Gordito Suárez era un buen tipo. Apestaba al final del día y al hablar te bañaba en saliva, pero era un buen tipo. No era tímido con las chicas, es más tenía una labia que daba miedo, nadie le ganaba en lo que a piropos y a frases perfectas en el momento preciso se refiere. Lo malo del gordito, era que de vez en cuando se metía una de esas bombas que te quitan la dignidad humana y te animalizan tanto que hasta arrastrarse por las calles y vomitar en cada esquina no paras.
Era viernes, y esta borrachera sería una de las más memorables para el pobre Gordito Suárez. Estábamos todos los de la clase celebrando el cumpleaños de el moqueguano Salinas y sin dejar de aprovechar la situación el gordo ya estaba un poco más que picado cuando una rubia de esas que te hacen vender el alma al diablo cayo como del cielo al lado de nuestra mesa, al lado de Suárez, quién aunque ebrio pero jamás huevón la ayudó a levantarse, arreglarse y hasta le sacó la entreputa al hijo de su madre ese que la empujó para terminar como Dios manda una relación.
Luego de saldado el asunto y salvado el honor de la ilustrísima dama, el gordo se apresuró a tratarla como una princesa, conocerse hasta el tuétano, y quizás lo más importante: pedirle el número de su celular.
Al día siguiente, ya con menos copas encima, pero con la misma sinceridad de dos ebrios que se están enamorando, se encontraron en una discoteca del centro de la ciudad, donde el gordo le demostró que además de elocuente era una máquina del baile: desde salsa hasta reggaetón y arriesgándose también con una romántica. Nadie paraba al gordo y esa fue su noche. Ebrios como se debe, el gordo conoció su casa y ahí, algo más de ella.
Se amaron tanto, pero tanto en las siguientes semanas que el gordo ya ni se juntaba con nosotros, de hecho nos evitaba. En una ocasión lo vi de la mano con su nueva chica y al tratar de saludarlos se cambiaron de vereda. Qué se cree ese gordo, decía siempre Carloncho, que ya ni quiere vernos, ya ni chupa con nosotros, apenas lo vea ya va a ver. Pero nada, el gordo no se aparecía, dejó de ir a la universidad, aunque pensándolo bien nunca iba, mejor sería decir que dejo de dar lo exámenes y presentar los trabajos. Al parecer le robaron el celular porque ya nunca lo encontramos prendido y jamás estaba en su casa porque su empleada siempre nos mandaba a volar cuando lo íbamos a buscar o lo llamábamos por teléfono.
El flaco Gutiérrez, su enemigo acérrimo, se acercó un día para preguntarnos por él:
–Claro, ahora sí lo extrañas, luego de que no había fin de semana que no se rompieran el alma a patadas.
–Uno no aprecia lo que tiene hasta que lo pierde.
No supimos del Gordito Suárez hasta tres meses después, cuando el moqueguano Salinas lo vio por el parque del avión tratándose de trepar en este. Según nos contó, Salinas se acercó para preguntarle que era de su vida y porque diablos se trataba de subir allí.
–Señores pasajeros el vuelo con destino a la ciudad de Santa María de Nieva está por partir, ajústense sus cinturones y apaguen sus celulares.
Fui yo el segundo en verlo, él último sábado de noviembre en la plaza san Francisco a eso de las tres de la mañana, recitando totalmente alcoholizado unas poesías de Rubén Darío y pidiéndole limosnas al pobre de san Francisco que no tenía vela en ese entierro. Y realmente fue un entierro lo del Gordito Suárez, al no ir a la universidad se dedicó al trago, a las drogas, se volvió homosexual, luego travesti y al final puta. Enloqueció y ahora se le puede ver por las calles del centro vendiendo frunas imaginarias, recitando poetas modernistas y contando la triste historia de su desamor y el comienzo de su perdición: El atípico caso del Gordito Suárez.



Juanqui

Apraxia


Luego de dos meses y medio de su regreso Marcos olvidó cómo montar bicicleta, así empezó todo. Luego, lenta y progresivamente olvidó qué hacer con las hostias, cómo utilizar el control remoto y bailar bolero con su abuelita materna, para la suerte de la paterna con quién aún podía bailar el vals vienés. Pero tanta alegría no duró tanto, luego de olvidar cómo servir un buen whisky olvidó cómo bailar el vals vienés!, se olvidó de su tarea y las llaves de su casa. Fue una gran cadena de olvidos. Pronto ya no comía, ya no soñaba ni dormía siquiera, ya no jugaba y de no comer, no soñar, no dormir y no jugar, ya solo le quedó escribir y esperar la muerte. Escribía el lento trance de su metamorfosis, hasta que olvidó las v c l s y y n p d scr b r m´s.
Juanqui

Quiero ser un cronopio!.!.!


Cronopio Cronopio

dos hilos -uno azul-

CATALA TREGUA ESPERA TREGUA

CATALA TREGUA TREGUA ESPERA

El gran día

Ya pasaron las dos semanas que tuve que esperar impaciente para salir con ella. No la entiendo a veces, quizás no quiere salir conmigo porque me considera un perdedor. Trato de pensar que es demasiado ordenada y tiene todo su tiempo casi cronometrado pues cuando le dije para salir me respondió rápido sin pensarlo: ya, está bien, pero dentro de dos semanas. Y yo un tanto desilusionado le pegunté el día, como clamando piedad y no me cagues así, tan feo, el miércoles, me dijo, tengo muchas cosas que hacer estos días.
Lo más seguro es que tiene que salir con un montón de tipos y yo sólo soy un número más para ella, bueno así me siento. El hecho es que quizás sólo tenga una oportunidad con ella y lo tengo que hacer lo mejor posible. Nunca he sido bueno para estas cosas, quizás me ponga a hablar estupideces, se aburra y me mande a rodar por ser tan loser.
Era miércoles, el gran día. Entré a la clase abriendo la puerta imprudentemente. El profesor trataba de explicar unos cuadros en la pizarra pero todos dormían o conversaban alegres.
Esperé el cambio de hora, se me notaba nervioso. Muchachos, hoy saldré con Gabriela, no sé qué hacer, estoy nervioso. Las voy a cagar todas y me va a odiar. Ya no tengo tiempo para hacer algo especial, quizás ustedes me puedan dar algún consejo que me sirva.
No te preocupes, Renato, -dijo el Chino- Todo va a salir bien si piensas antes de hablar, sé que no es tu fuerte pero eso es importante. Pórtate como un buen tipo, eso les gusta casi a todas.
Jaime era el mayor de todos, estaba cursando su segunda carrera y a veces se juntaba con nosotros en el cambio de hora. Escuchó la conversación y le pareció divertido opinar. Mira, esto es fácil. Todo se trata de comunicación, que te conozca bien y si tienes suerte se enamora de ti. Llévala a un lugar tranquilo donde se pueda hablar bien y hablen todo lo que puedan. Sé cortés. Cuando caminen que ella siempre vaya a la derecha, no te olvides, no cruces por delante de ella, no digas lisuras y dile algo bonito cuando la saludes. Nada más.
Yo sabía que Jaime me iba a ayudar. Creo que sí puedo hacerlo.
Hablar y ser educado, se dará cuenta que soy un caballero y todo estará bien. Sabía que los consejos me iban a servir, esos pequeños detalles hacen la diferencia.
Mario miraba incrédulo a Jaime, estás huevón, esas son cosas sencillas que todo el mundo sabe. Lo que tienes que hacer, Renato, es regalarle algo al momento de saludarla. Sería perfecto una rosa roja; aunque sería muy pronto creo. No, mejor no, te estarías lanzando a la piscina y puede que esté vacía. Un chocolate está bien, una Princesa de luca al momento de saludarla, y le sueltas el piropo, vas a ver cómo se pone. Llévala a tomar un café nomás, y eso sí, hablen todo lo que puedan. Es importante que la acompañes cuando se vaya, huevón, no importa que viva en el culo del mundo y cuando la despidas te persiga medio centenar de pandilleros sobreexcitados, no importa. Vayan hablando en el taxi y le vas diciendo cosas bonitas al oído, luego te la agarras.
Un café será entonces, es la mejor idea. Pero no estaré en un café toda la tarde. ¿Qué voy a hacer después del café?
Mauricio irrumpió el diálogo con su vozarrón, estaba despeinado y olía a licor como siempre. Está bien todo lo que dicen, pero yo te voy a decir la verdad. Báñate antes; échate perfume pero no mucho que puedes parecer marica; aféitate bien; lávate los dientes; y plancha tu ropa carajo que mira cómo vienes. No la lleves en combi, están llenas de pendejitos y la pueden puntear. Hay tres cosas importantísimas que tienes que hacer: no te tires pedos; no le mires las tetas, porque las mujeres se dan cuenta de eso y hazte una paja antes de salir, porque los hombres pensamos mejor sin semen en el cerebro.

- Lo de los pedos lo entendí y menos mal que me dijiste lo de las tetas, ¿pero es totalmente necesario masturbarme antes?
- Yo sé lo que te digo, Renato, y no lo hagas en la cama porque te puedes quedar dormido.

Todos quedamos callados un rato, yo memorizando todo y mis valientes consejeros ultimando los detalles de la ya controversial y más que seguro deplorable cita que tendré.
Esperaba como quien espera la muerte de rodillas el último consejo de mis amigos, cuando Memo, el más joven de todos después de mi, se interpuso en medio de nuestras miradas incrédulas, pues ¿qué puede saber él?

-A ella le gustan los tipos zalameros, melosos. Yo conocí a su último enamorado y todo el tiempo le estaba dando besitos, la abrazaba y ella feliz.
Así que desahuévate y ponte mosca, vivo porque sino te va a cagar.

Quise decirle que yo no soy así. Soy más bien un tipo reservado y no hablo mucho. Iba a preguntarles sobre qué temas podíamos tener en común para hablar, yo pensaba en Literatura pero ellos se adelantaron casi a gritos:

- Carajo, no hables de literatura ni de libros, ni nada por el estilo. Si lo haces se va todo a la mierda.

No sé por qué tengo que fingir y simular tanto. Quisiera ser yo mismo cuando esté con ella. Me gusta la Literatura y quisiera compartir lo que sé sin que mis amigos se opongan. Quizás no me sienta cómodo esta tarde simulando ser un algo que no soy y teniendo una cháchara sobre cosas sin interés. Si ella fuera un poco diferente todo saldría mejor. Quizás no es la chica para mí, pero igual saldré con ella hoy y haré todo lo que pueda.

- Gracias, muchachos. No sé qué haría sin ustedes. Deséenme suerte más bien.

Hoy es el gran día. Nada puede salir mal.


Giovanni B.

Cosa de locos

Carlitos Romaña pasó de ser cachimbo a pelado permanente, le cortaron tantas veces el pelo por su ingreso (sus padres, sus amigos y un día antes por si acaso) que se acostumbró a la comodidad del cabello corto y aunque no lo dice, cree que ya no le crecerá nunca.
Carlitos pensaba todo lo que tenía que hacer mientras entraba presuroso a la universidad. Era el primer día de clases, sí, su primer día de clases en la universidad. Su mamá lo despertó orgullosa y todos lo saludaron efusivamente antes de irse, hacía tiempo que ni le hablaban, pero como era costumbre ya en él, o maldición quizás, cada vez que Carlitos tiene que ir a un lugar por primera vez, llega siempre tarde. Hoy no fue la excepción.
El profesor aún no había llegado, abrió la puerta imprudentemente y encontró un bullicio total. Todas las caras eran desconocidas, lo miraron por un instante y luego siguieron conversando. No cumplió nada de lo que le dijeron en el umbral de la puerta de su casa, hijito, no llegues tarde para que no te tengas que sentar atrás, que allí se van los maleados, no converses en clase, y eso sí, atiende todo lo que te digan tus profesores.
Se sentó en el primer sitio que encontró, casi en las últimas filas, a su lado estaba una chica muy linda. No le dijo nada, más bien miraba al frente como haciéndose el loco.
Pasaron uno, dos o quizás más minutos, qué bonita es, ¿qué le digo?, tengo que decirle algo, si no pensará que soy un looser, no hallaba qué hacer cuando ella le habló por fin. Se llamaba Gabriela, venía de un colegio de mujeres y además de ser muy bonita, olía bastante bien.
No conocía a nadie pero Gabriela le presento bastante gente, y quizás tuvo suerte o les cayó bien, pues ya estaba invitado a tomar unas chelas a la salida, para romper el hielo nomás, primo, además la primera semana nadie hace nada.
Carlitos pasó las primeras semanas sentado al fondo con sus nuevos amigos. Llegaba tarde y utilizaba toda su capacidad para hacer las tareas en el último minuto. Se dejó influenciar rápidamente por el facilismo que envuelve todas las universidades de este país.
Pronto se fue llenando de libros, libros que algunos profesores sátrapas conminaban a comprar a cambio de puntos, estando sobreentendido qué pasaba si no se adquirían los libros en el mejor de los casos, a veces sólo llegaban a panfletos.
Comprendió que aunque no era vital, era importante el grupo al cual pertenecías y quizás su mamá tenía razón. Así como existían los “maleados” del fondo, que por cierto se les podía encontrar en todas las clases y hasta eran parecidos, se puede encontrar también a unos cuantos estudiosos, y a los pseudoestudiosos que pierden su dignidad por un puñado de puntos y se les conoce popularmente como los sobones, también estaban los peloteros que cada viernes llegaban con ropa deportiva en busca de algún lugar para demostrar sus dotes futbolísticas. No dejemos de lado a los emos, ni a los antisociales en el recuento, que se sientan en un extremo y no te hablan sino hasta la fiesta de graduación cuando están ya ebrios. Por último aquellos que no se adaptan a ningún grupo, forman su propio grupo que son los escépticos, todos aquellos que dejaron de creer en la educación y se dedican a otras cosas como la literatura o perseguir chicas bonitas, que eso sí, hay bastantes.

Giovanni B.

La venganza


Adrián explota, sus padres no le pueden hacer esto, es una actitud demasiado pueril para unos viejotes de cuarenta años. Entonces piensa en vengarse, sí, vengarse.
Podría gritarles todo lo que pensaba de ellos, que eran unos idiotas, que eran uno malos padres, que eran unos fracasados, que odiaría ser como ellos de grande, que eran unos inmaduros, que… tenía tantas cosas que podría gritarles para después tomar una mochila con su biblia y su cuaderno de dibujos e irse a la casa de José Antonio y vivir de la caridad de la tía Gloria, pero sin que se dé cuenta el tío Rómulo, eso sí.
O talvez podría tomar valor, correr a su habitación y lanzarse por la ventana, se quebraría un par de huesos y sus padres se darían cuenta de lo malos que son. No, mejor si se muriese en la caída, así el sentimiento de culpa de sus padres sería insoportable y talvez ellos también terminarían sus vidas desde el segundo piso.
O mejor sería tomarse una decena de esas pastillas para tranquilizar a los epilépticos, algo fácil de encontrar, cosa que se quedaría dormido por bastante tiempo y les causaría un gran shock a sus padres, quienes al verlo en ese estado catatónico llorarían y se darían cuenta que no cumplen bien con su tarea, que tienen que cambiar, y que él es un mártir entre los hijos buenos.
O quizás coger de noche la pistola de su padre, escribir la carta más emotiva del mundo sin olvidar colocar en el final “los quiero, disculpen”, algo que les dolería mucho, luego dibujar el caos de su mente causado por los constantes maltratos psicológico a los que es sometido por ellos, y por fin meterse un balazo, asegurándose primero que salga mucha sangre y que manche mucho la blancura de la pared y la cama de sus padres que duermen.
O, o, o nada. Él sabe que no hará nada, es demasiado buenito como para hacerlo y su religión no se lo permite.



Juanqui

Día "D"

Estaba oscura toda la calle. Sólo habían postes a un lado de la pista, ¿qué hago? Tengo que llegar a su casa y todavía estoy lejos. Tres hombres jóvenes pasaron con las manos en los bolsillos y caminando igualito. Renato iba dando pasos más largos, movía las manos con más fuerza y miraba la hora, ¿me estará esperando lista, me dijo que no había nadie, y si abre la puerta y está desnuda? Hacía frío, cruzó los brazos pero ya no caminaba tan rápido. Ocho y 55, el reloj jodía, es mejor no mirarlo. Tropezó con un buzón medio abierto, putamadre. Un terreno baldío lleno de basura, un montón de piedras y una pared escarchada, sólo faltan tres minutos, voy a orinar al toque. Sacó el sexo por la bragueta del pantalón negro un poco apretado, el viento helado llevaba el líquido amarillento hacia un lado y casi le salpica un pie. Se formó un río sinuoso que llegó hasta la vereda, qué rico, hoy tiene que ser el día. Ya esperé demasiado.
Faltaban dos cuadras, veía su casa blanca que tenía una gran ventana, estaba la luz prendida, quizás está ahí alistándose, un minuto y dos señoras mayores conversaban en una puerta, ojala no me reconozcan. Viejas de mierda, 45, 46,47, 48, aceleró el paso. Ya casi corría.
Enfundó en el bolsillo una caja pequeña, quería asegurarse de que estén ahí, y si no estaban igual ya no había tiempo ni nada qué hacer, hubiera sido al pelo. Mejor aún. Sonó el celular: mi vieja, mejor no le contesto, le dije que llegaría tarde y 57, 58, cinco pasos, el poste grabado con nuestras iniciales. Te quiero tanto, mi chiquita y desde hoy todo será mejor, el timbre, no, ahí estaba ella esperando en la puerta, ¿por qué serás tan puntual? Hola, cómo estás.
– ¿Por qué estás tan tenso, mírate estás sudando?
­­­– No te preocupes, es que quería llegar a tiempo.
– Bueno y lo hiciste, me encanta que seas tan puntual, le dio un beso largo, metió sus manos pequeñas por debajo de su polera, sintió sus uñas largas que le arañaban la piel y jugaban con sus pelos crispados.
–Entraron a la casa, el corazón a mil por hora, sí, no hay nadie. Podemos ver una película. Un cerro de películas, escojamos una y cómo le digo que no quiero películas ni cojudeces.
– Sería bueno que escojas una para niños, me han dejado cuidando a mis hermanitos, agárrame a Luchito un rato, ellos se duermen a eso de las diez, no antes.
– ¿A las diez? Se quitó la polera y así pudo mirar mejor el reloj, apagaron las luces para ver mejor Pocahontas, chibolos de mierda, faltan 53 minutos y unos cuantos segundos.

Giovanni B.

¿y yo?


Entrañable

¿qué es entrañable? ¿y por qué Bryce lo usa tanto?

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la pv+ª que la parió!

¿Quién muere de amor mejor que tú? ///// (O excentricidades por las mujeres (continuará)

Hay gente que sabe cantar, gente que sabe bailar, gente que recita, gente que actúa, gente que juega bien al futbol, gente que sabe pintar; y también hay gente como yo, que no sabe hacer nada. Aunque los hay muy pocos, los hay. Soy uno de esos ejemplares raros que por su vida no hacen nada. Bueno, sé hacer algo, pero no me orgullezco de ello. Se morir de amor. Pero eso y nada más sé hacer. Lo hago, y lo hago muy bien. Demasiado bien para mí gusto.

Pero dime tú Alejandra, ¿por qué ese afán de las mujeres de no ser perfectas, ah?
No lo sé. Pero tranquilízate, que el mar está lleno de peces; también hay algunos tiburones y un par de ballenas. Pero de esas hay que tener cuidado. Tú tranquilo nomás, que ya alguien llegará.
¿Tú crees? ¿Y si en realidad mi destino es ser cura?
Jajajá, y el mío es convertirme en vaca lechera, no te pases pues José Alonso ¿Cómo vas a ser cura tú? Además sería un desperdicio. A un cura no le sirve tanto morir de amor por una y todas las mujeres del mundo a la vez. Tú lo haces bien, y en el fondo estás bien así, aunque tú no lo creas.
Uhm…
¿A quién le queda mejor que a ti, estar dando vueltas alrededor de la casa de una chica con el saco negro más inmenso del mundo a las diez de la mañana de la primavera más calurosa de la historia, tomando todo el Tampico posible a ver si le da cáncer por la tartazina y así muere mientras lo hace por amor?
Uhm…
¿Quién si no tú es mejor quedándose encerrado en un baño por dos horas y media tómandole fotos al escusado y tratando de formar caritas con las manchas del piso y no sentirse tan solo, mientras una chica sale de una conferencia a la que no fuiste invitado?
Uhm…
¿Quién hace más sacrificios y locuras? ¿Quién leyó la obra completa de Neruda en una noche y conoció a Van Gogh mejor que su propia madre, sólo para impresionar a una chica?

¿Quién?

¿Quién muere de amor mejor que tú?
Juanqui

Disturbios en la biblioteca


No me gusta la psicología, es más, la detesto. No sé por qué diablos nos enseñan tantos cursos relacionados con la psicología. Yo quiero ser un abogado y punto, para que tanto subconsciente, análisis transaccional, metaergs, y tantas idioteces. De hecho ni siquiera quiero ser abogado, mi sueño es escribir, pero que se puede hacer en este desgraciado país en el que si no eres abogado u economista difícilmente saldrás en televisión. Bueno, el punto es que otra vez Eric Berne hostigaba con sus "guiones" en un trabajo para el doctor Céspedes.

La biblioteca estaba medio vacía, o medio llena para el optimista de Juanqui. Estábamos él, Ósquitar, Fernando, Carloncho y yo en la misma mesa. De pronto unos energúmenos de no sé qué carrera (seguro que publicidad o arquitectura, esos son los más anormales de la universidad) entraron haciendo una bulla infernal, haciendo que los triunfadores, no-triunfadores y fracasados que tanto me habían costado entender se alejaran de mi atención.

- Ta mare -dije en voz baja para mis amigos-, si no se callan los reviento a cabezazos.
- Son cinco - se rió Osquitar.
- Nosotros también -bromeó Juanqui.
- Yo contra el gordito de azul- anuncié.

Un instinto infrahumano se apoderó de mí. Me levanté y sin entenderlo bien yo mismo agarré al gordo de azul y le metí un cabezazo en la nariz del que no se recuperaría en varios días. Sus amigos se abalanzaron a mí. Los míos a ellos. Y se armó un bochinche tremendo. Nosotros luchando contra esa sarta de gaznápiros. Yo salvé de las manos del más agarrado de todos al pobre de Juanqui, que ni pelear sabía. Entre Oscar y Carlos tumbaron a un pelirrojo corpulento con un piercing en el labio superior. Desgraciado, grité, partiéndole la crisma al casi verdugo de Fernando que yacía semiinconsciente rodeado de libros en una de las mesas.

El griterío y los improperios sazonaron el combate, lo que alertó al bibliotecario. Este sacó de su escritorio una macana de metro y medio con las que nos amenazaba de suspendernos de la biblioteca por quince días si seguíamos haciendo ruido.

- Giovanni, Giovanni, deja de pensar y mirar el horizonte, que sólo nos quedan quince minutos.



Juanqui

Amada mía, cómo te extraño


Porque el mundo real no es más que una piel delgada y
trémula que recubre el mundo imaginario
H. Hesse


Cuánto tiempo ha pasado ya desde que la vi por última vez, semanas, meses, quizás varios años; mas ahora no lo recuerdo.
Lo que sí recuerdo es aquella mirada suya, muy suya. Sus ojos complacientes que observaban los míos llenos de deseo, mientras palpaba todo su cuerpo tembloroso en una oscuridad casi absoluta, alumbrados por una tenue luz que nos brindaba la luna siempre tan desidiosa.
La nieve en la mañana es imponente, impecable y hermosa. Sin ninguna huella que tizne su blancura, pero es fría y traicionera. Cómo si el precio de la hermosura sea tal. Así era ella.
– ¿Me está escuchando camarada? Sí, cómo no. Dos cognacs más por favor, y dos de esos cigarros que tiene ahí. ¿Cómo es que les dice? Puros, cigarros, habanos, que ridículos pueden ser ustedes. Sólo páseme dos, y un cognac más.
– ¿Es un día hermoso el de hoy, no cree? Mientras me vestía hoy en la mañana, apoyado en el alféizar de la ventana, vi a una niña de casaca roja que corría por la nieve con una bolsa de pan y se hundía a cada paso que daba hasta que cayó.
– –Bueno, no sé por qué le digo esto. Yo no tomo desayuno, creo que nunca lo hice y no tengo hijos, pero podría tenerlos; ¿no cree?
– ¿Qué dice? Que usted tiene dos niñas? Bueno entonces apuremos esta charla que seguro las está extrañando.
– La conocí de una manera extraña, seguro le dará risa, aunque últimamente se ríe de todo lo que le digo.
– Era un día de invierno, hacía un frío de los mil demonios y oscurecía frente a mí. La gente estaba ya en sus casas y por las calles estrechas cubiertas de nieve, sólo encontraba uno que otro vagabundo agonizando. Más que seguro estaba borracho ese día y no encontraba mi casa, es que fue hace tanto tiempo que ya todo lo veo difuso.
– Entré a una iglesia de altas columnas talladas con ángeles y una estatua de nuestro Señor en el medio, justo sobre la puerta, que por suerte no estaba cerrada.
– No recuerdo si había un cura dando el sermón. Lo que sí recuerdo es a todas esas personas vestidas de negro y llenas de congoja, que voltearon a verme con rechazo cuando tiré la puerta.
– Por momentos unas voces sublimes irrumpían en mis oídos, no fue sino hasta el tercer canto que me volví a mirarlas.
– Abrían sus fauces con mesura y soltaban una voz plañidera, un tanto lúgubre. Todas eran mujeres y la mayoría ancianas, otras eran muy gordas. Pero una de ellas resaltaba entre todas por sus bucles color de oro que danzaban sobre su rostro pálido, cubriendo así lo que sería un pequeño lunar o una cicatriz poco profunda sobre la frente.
– Quedé dormido y cuando desperté observé que cerca de mí dialogaban la hermosa mujer y un cura con el ceño fruncido y muy poco pelo en la nuca. Participé un rato en la discusión, no sabría decirle de qué hablábamos. Pero en determinado momento pedí la palabra y ante el silencio sepulcral de la sala, comencé a cantar: monjas putas, curas cabrones; monjas putas, curas cabrones; monjas putas, curas cabrones; monjas putas, curas cabrones. El cura completamente indignado me dio de empujones dirigiéndome hacia la puerta, donde me esperaba la tórrida noche.
– Yo seguía con mi canto, cuando callé un momento y pude escuchar la risa silenciosa, que más parecía un cuchicheo de la mujer hermosa.
– No logré quedarme en la iglesia, quedé en la puerta de ésta temblando de frío. Pero ya no estaba solo, el cura quedó tan indignado que nos botó a los dos.
– Discúlpeme que me ría, pero no puedo dejar de hacerlo cada vez que recuerdo la cara del pobre curia sin hallar nada que hacer, mientras yo cantaba cada vez más fuerte y llevaba el ritmo con los pies.
– Ahora ya sabe como la conocí.
– Bueno, ahora si me disculpa. El amable cantinero dice que una copa más y cerrará el negocio. Pero usted y yo sabemos que con la plata baila el mono, y aquí tengo suficiente como para comprar todo un circo.
– Esa noche hicimos el amor varias veces sobre un sillón marrón con rayas negras y lleno de huecos hechos con el cigarro; pues su mamá, una babushka que tenía como cien años ocupaba la única cama y no se levantaba ni para ir al baño.
– Así comenzó nuestro romance. Duró bastante, aunque a mí me parece que fue sólo un día.
– Nos encontrábamos varias veces a la semana en el centro, cerca de la plaza. Ella siempre con un vestido y un abrigo largo aunque no haga mucho frío. Casi siempre también llevaba un paraguas negro colgado del brazo, pues el clima en esta ciudad es traicionero, me decía a la oreja cuando le preguntaba. Como si fuera un secreto.
– Si me acompañara un momento a mi casa se lo agradecería, quisiera dejar todos estos bultos que tanto me estorban. Sí, allá nos podemos tomar la última copa, o quién sabe si será la última. Tengo un vodka que le encantará, va a ver. Usted me cae bien y le invitaré unas cuantas copas, más bien no se lo vaya a acabar todo. Eso si que no.
– Sí, yo vivo cerca. Ve allá ese edificio que se está cayendo. Ahí vivo yo, en la única ventana que no tiene luz a esta hora.
– ¿Quiere que le diga el nombre de mi amada? Claro que me acuerdo, podría olvidar hasta mi propio nombre pero nunca el de ella.
– Se llamaba Natalia. Yo le decía Natasha todo el tiempo y hasta Sasha o Nasha cuando la amaba o la tenía entre mis brazos. Natalia a secas era su nombre, y quizás dentro de un rato me acuerde el apellido. Por ahora dejémoslo así y ayúdeme a abrir la puerta.
– Home, sweet home. Así solía decirme cada vez que entrábamos aquí, no sé que le veía de dulce a este departamento un tanto desvencijado. Desde entonces tengo la costumbre de decirlo.
– No sea tímido, siéntese, sírvase un trago y páseme esa botella que lo prometido es deuda.
– Como le seguía diciendo entonces. Era bella, hermosa como nunca vi a otra mujer. Por eso ahora prefiero estar solo.
– En ese entonces yo trabajaba de traductor para una editorial extranjera, y de vez en cuando escribía artículos en un pomposo diario. Ella trabajaba en una empresa no muy importante donde creo todos eran extranjeros, o al menos eso parecía. La recogía todos los días a la salida de su trabajo y conversábamos hasta muy dada la noche en un café, tomados de la mano y con la luna como cómplice.
– Viajábamos bastante, la llevé a conocer varios países exóticos y gozaba con su presencia. Gasté una fortuna complaciéndola, pero le hubiera bajado varias estrellas si me lo hubiera pedido. Nos volvíamos errantes por temporadas y amanecíamos cada día en hoteles distintos. Cuando abría los ojos, ahí estaba ella, durmiendo sobre mi pecho.
– De pronto comenzó a viajar sola, al parecer su trabajo le exigía tales sacrificios y con el dolor de mi alma la iba a despedir cada vez que partía.
– Cuando regresaba lo hacía con ropas distintas y hasta hablaba frases en otros idiomas. No me importaba, siempre y cuando regrese conmigo. Era impredecible y cada vez que se marchaba no sabía por cuánto tiempo estaría sin su cuerpo abrigándome durante la noche. Sin nadie que me ayudara a pasar la nueva página que significaba un nuevo día de soledad.
– Cierto día regresó desconsolada de un viaje de dos semanas, me sentí alegre de tenerla conmigo de nuevo y no le dije nada. Había pasado el otoño y desde el balcón mirábamos atentos la primera nevada. Los niños salían contentos a recibir los copos enormes de esa nieve blancuzca, aburridos ya del calor abrumante y la lluvia. Era hermoso ver aquel espectáculo, estirar la mano y sentir la nieve derretirse. De pronto ella comenzó a sollozar y se aferró a mí con fuerza, diciéndome que me amaba y que ya no quería estar lejos nunca más.
– Fue un momento cumbre en mi vida, por ese momento me sentí amado, satisfecho. Podía morirme al minuto siguiente y no me hubiera importado, estaba feliz. Había cumplido algunas metas en mi vida, pero ninguna como aquella. Yo la amaba y sentía que ella también me amaba. Por eso no me importa lo que me digan de ella, ni me importó lo que me dijeron en ese entonces. Ella era mía, y yo de ella. Lo demás era aparte.
– Yo creo usted está muy borracho. ¿Y sus hijas?
– Si me dice que a esta hora ya están dormidas, entonces no habrá problema en tomarnos unas copas más. No se preocupe por el vodka, qué ocurrencia. Ya conseguiré otro, por ahora terminemos la botella.
– Mi querido amigo, como usted imaginará, toda historia tiene un final triste y ésta no ha de ser la excepción.
– Un día mientras yo estaba de viaje, ella desapareció y no la volví a ver.
– Sí, la busqué por todos lados. Estuve a punto de encontrarla en Praga, donde unos amigos me afirmaban haberla visto caminando del brazo de un hombre joven y musculoso.
– Se había llevado casi todas mis cosas de valor, incluyendo mis ahorros. Además me dejó una carta donde me pedía que cuide a su madre. Así lo hice y la babushka no duró ni un año más.
– Pero yo quería encontrarla, no para reclamarle algo, sino para pedirle que se casara conmigo.
– ¿Qué podía hacer si la amaba? De un momento a otro el sol dejó de brillar para mí, hubiera sido igual que se llevarán el cielo y escondieran todas las estrellas. Ya nada fue igual.
– Tan sólo tengo de recuerdo ese sillón que ve allí, y no sé si se acordará usted de él. Lo hice tapizar y sobre él me gusta dormir la siesta.
– Perdí mis trabajos y desde entonces vago errante de bar en bar, como antes de conocerla. Pero ahora es peor, pues antes me lamentaba de no tener nadie a quien amar; ahora tengo algo que contar, la historia de cómo perdí al amor de mi vida. Y lo peor: sin saber por qué.
– Ya sé que está muy cansado. Recuéstese ahí, no se preocupe. Yo me quedaré a terminar la botella, más bien cuando se vaya no se olvide de cerrar la puerta y por favor no se lleve nada.
– Mañana u otro día si nos encontramos en algún lugar, con gusto le contaré las noticias que tuve de ella y cómo murió; cómo asistí a su entierro; y cómo yo morí junto con ella.
Giovanni

-¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-, en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor!

Rubén Darío

De vuelta


Me siento un poco muchisisísimo estúpido. Será porque no escribo en el blog hace siglos o porque acabo de despertar de mi siesta de tarde que me ayuda a sobrevivir de noche. Bueno, lo que fuese, el caso es que estoy volviendo a escribir en el blog y lo haré frecuentemente porque quiero dinamizarlo y que no solo lo leamos Giovanni y yo.

Han cambiado algunas cosas. Dejamos de lado los estupidísimos seudónimos, y ya no solo escribiremos cuentos, también anécdotas y opiniones. Todas obviamente muy exageradas.


Ahora me siento muchisísimo más estupidísimo por no saber terminar este post, pero que se va a hacer, somos (Giovanni más que yo obviamente jajá) demasiado pichirruchis y pusilánimes.

Juanqui

Otra vez


No es hora de que me canceles, no es hora.
Te cancelaré a cualquier hora, eres un pichirruchi y yo una chica linda e inteligente. Además tú me dijiste que las chicas lindas no lloran por hombres, sino los hacen llorar. Y eso estoy haciendo ahora. Así que no puedo ir y punto.
¿Me vas a plantar sólo porque soy un pichirruchi? ¿Y yo no soy lindo acaso?
Sí, pero en ti no vale. Más pareces marica. Eres tan bonito que pareces mujer. Ya deja de joderme que estoy agarrando con otro tipo.
Pero, pero,…
Ya ves, no llores marica, hazte hombre carajo; ¡ya!, macho, macho, caracho, los hombres no lloran hijito.
Sí mamá, pero es que ella era tan linda y culta, era la mujer perfecta.
Ya tú lo dijiste, era. Ya déjate de huevadas y ven a chupar Ricardo.
Gracias muchachos, ustedes sin son verdaderos amigos.
Sí, lo somos. Pero tú…, haz algo bien y consíguete una chica muy buena.
¿Cómo?
Una chica buena pues, porque tú eres bien huevón, y si la chica no es buena, se da cuenta y te saca la vuelta.
Sí, tienen razón. Ustedes si son verdaderos amigos. Jamás me vuelvo a enamorar caracho. Ahora todas las voy a tomar a la ligera. Agarres nomás.
¡Bien dicho hermano! ¡Agárrate a Claudita! Que todo el mundo se ha dado cuenta que quiere contigo.
¿Sí? ¡Qué emoción! Justo me está empezando a gustar mucho, creo que me la voy a afanar…

Autoridad Moral

La autoridad moral no es más que una invención de los mediocres que no quieren ser corregidos (y por lo tanto mejorar) por nadie.

YAKAMOZ

El mundo se va a acabar

Carlitos había cumplido 7 años. Su fiesta fue todo un alboroto en la casa, con payasos y piñatas como debía ser y antes de irse jugaron a las escondidas por todo el vecindario. Terminaron todos contando historias de terror alumbrados por una luz cetrina en medio de casas oscuras sin forma y que hubieran podido ser gigantes al acecho.
Ese día Carlitos escuchó que el mundo se acabaría este año, cualquier día. ¿Por qué no hoy? Le dijo Pepe, que era el mayor del grupo y miró a los ojos a Carlitos intimidándolo, buscando el temor en esa mirada de niño engreído.
La idea daba vueltas en la mente de Carlitos. Por último pensó que si el mundo se acabaría, ya toda la gente se hubiese enterado. Pero creyó que le guardaban el secreto. Un día entró al comedor luego del colegio, cabizbajo como en los últimos días. Sus padres hablaban y hasta subían la voz. Carlitos entró y fue cuando repentinamente sus padres se alejaron y cambiaron de tema. Esto pasó tres veces.
Pero si se acabaría el mundo, no habría sol, ni el viento que mueve los árboles durante la tarde, que espanta a los pájaros que andan de flor en flor.
-No se puede acabar, dijo al día siguiente en el recreo a Rodrigo, su mejor amigo, y se marchó acalorado.
Carlitos últimamente dormía poco y mal. Tenía sueños en los que él era un héroe y recorría el mundo avisándoles a todos que el mundo se acabaría, para que estén preparados. En otros él veía una ola gigantesca que arrasaba con su casa y no dejaba rastro. Despertaba sudando.
Un día se sintió mal, estaba colorado y quizás tenía fiebre, además quería tenerla para quedarse en la casa y descansar las malas noches. Despertó muy temprano, la ventana estaba empañada y no se miraba con facilidad, la limpió con la mano y vio afuera a su papá que subía a un taxi con un maletín grande y a su mamá aún en bata lo despedía a lo lejos.
Pensó lo peor, más aún cuando ese día no salió el sol, hacía frío y una capa de neblina caía sobre las calles obligando a los carros a prender las luces.
Miró por la ventana y no había gente, los pájaros ya no cantaban en los árboles frondosos y las flores estaban cerradas sin dejar ver sus colores
El mundo se va a acabar hoy día, dijo Carlitos frente al espejo. Tenía la cara mojada y las gotas de agua resbalaban por toda su cara. Prendió el televisor y vio una inundación en Indonesia, un terremoto en Japón. Es que se acaba poco a poco pensó. Era la ansiedad la que lo hizo cambiarse rápidamente.
Decidió no decirle nada a su mamá, pues no entendería y ya no hay nada qué hacer. Sacó una lata con todos sus ahorros y los metió en bolsillos diferentes mientras salía a la carrera. Abrazó a su mamá que aún medio dormida le dio un beso.
Carlitos salió desesperado por las calles, iba dando pasos cortos pero rápidos y con pequeños trotes de rato en rato. Se dio cuenta en el camino que era sábado y quizás tenía tiempo para visitar a unos amigos o quién sabe, el mundo se puede acabar en cualquier momento…
Encontró a Raúl en una esquina caminando con su hermana, Carlitos agitado lo sujetó del polo azul que llevaba y le puso en las manos un puñado de monedas. No tuvo tiempo de reaccionar y Carlitos ya estaba en la otra esquina.
Tocó la puerta de Ricardo, el matón de la clase, algo nervioso. Lo insultó de la nada y se animó a empujarlo. Dieron varias vueltas en el suelo y al final Carlitos se impuso aplicando la llave estranguladora.
Comenzó a sudar y ya un poco cansado llegó a la casa de Rodrigo. Le dio un abrazo y con la misma se fue.
Así pasó casi todo el día, después de haber visitado a algunos primos, tíos, amigos, la señora de la tienda y al señor del Internet donde jugaba. Finalmente se encontraba frente a la puerta de Gabriela, una puerta marrón con unos focos alrededor que alumbraban el escudo de la familia. Tocó el timbre y salió ella. Carlitos la abrazó y le dijo que le gusta más que nadie en la clase, luego le dio un beso que ella sorprendida correspondió.
Llegó a su casa muy tarde y cansado. Su mamá estaba preocupada y con el teléfono en las manos. Carlitos la abrazó y la miró con atención y ternura mientras comían. Luego de comer quiso quedarse a dormir en su cama. No pasó mucho rato y se durmió, aunque luchó contra el sueño pensando que ese era su último día, pero se durmió tranquilo y esperando lo peor.
Se despertó a medianoche asustado y se persignó. No quería olvidarse de nada y se volvió a dormir.

José María

Castidad


Claudita era la chica con las mejores piernas del colegio. Las más torneadas bronceadas y bellas piernas. Ver sus piernas apenas cubiertas por su falda colegial era el mejor espectáculo del mundo, y la razón por la cual todos los chicos íbamos a clase en vez de fugarnos a un internet a hacer algo más productivo. Era una cosa de locos, no había un solo minuto en clase que yo no la dejara de mirar e imaginármela encima de mí, en una ocasión aluciné que…
Oye sabías que…, Renata interrumpió a mi creatividad. En clase las carpetas eran para dos personas, y Renata era la gordita chismosa que se sentaba a mi lado. ¿Sabías que cuando una pareja que recién se conoce tiene sexo, al terminar siempre la mujer se siente mal, excepto cuando está menstruando que es cuando el hombre se empieza a sentir mal? ; No, no lo sabía; Fíjate, todas las cosas que se encuentran en internet, ahora ya sabes para cuando lo quieras hacer jajá; No nada que ver yo me pienso aguantar hasta cuando me case, y además nica, yo sé muy bien que no me sentiría mal; ya ya, cállate y atiende que el Chávez nos está mirando.
Oye Ricardo, irás a la fiesta de hoy supongo; y no va a ser mihermano, de todas maneras, además va a ir Claudita y ya la vi que me está mirando, fácil y me la agarro esta noche; qué te la vas a agarrar tú, inútil; ya vas a ver, te digo que me ha estado mirando toda la clase de matemáticas; qué te va a estar mirando, fácil y estaba mirando a Renata, creo que antes de agarrar contigo se vuelve lesbiana; ya muy chistoso pero vas a ver; mira si tú te la agarras yo te hago un monumento.
Limpio: listo, bañado y sacramentado. Olor: Listo, el más caro Hugo Boss que le robé a mi papá. Ropa: Lista, camisa negra nueva, blue jean nuevecito y recontra moderno, y las Vans por las que le lloré a mi mamá. Dinero: listo, todo lo que tenía mi alcancía y todo el vuelto del pan de las últimas dos semanas. Mmm… qué me falta, qué me falta. Dios casi lo olvido, mi llavero de la suerte, sin él no la hago. Todo listo, prepárate Claudita que hoy día arraso contigo.
Gracias pa, ya nos vemos, si está bien, a la una no te preocupes. Entro macho, seguro de mí mismo; hola qué tal; Ricardoooo, oye mihermano yo creí que ya no venías, que son estas horas de llegar; nada que me estaba alistando, ya sabes que hoy la hago; jajajá mejor chupa, es trika, ta buena; gracias, pero mejor no; chupa nomás, para que saques valor y te agarres a la Claudita; bueno, bueno está bien.
Mira, allastá, mestá mirando mestá mirando, mestá haciendo ojitos, ayyy carajo estoy enamorado; jajá ya estás demasiado ebrio, deja de decir cojudeces; no, no míiiirala, miiiira como mestamirando, comomemiiiira, qué bonito, ayyy cuánto lamo, pero creo que ya no la hago, voy a morir de amor, voya moriiir ella no me quiere, préstame tu hombro hermano que voya llorar un poco; mira se paró; sí, se paró, y se está acercando a nosotros, pero mira que liiiinda y mira sus piernas, ay Dios creo que voy a moriiiir de amooor; Hola chicos, hola Ricardo, cómo estás; pues muy bien y tú qué tal, cómo la estás pasando; bien nomás, oye quería decirte una cosa, qué tal si vienes un toque; sí como gustes.
Entré a una habitación luego de subir las escaleras. Estaba oscuro y yo estaba demasiado ebrio. Sólo recuerdo que caí en la cama, ya estaba sin camisa y Claudia se subió encima de mí. Yo sabía que querías conmigo, le dije, ya te había visto mirándome en clase, yo sabía que tú me querías; no te ilusiones, sólo te deseo, te tengo unas ganas enormes; es lo mismo, yo te viiii viéndome. Fui despojado de mi ropa y luego vi, aunque no recuerdo muy bien, las hermosas piernas, ahora sí, totalmente desnudas de Claudia, que se balanceaban encima de mí, mientras escuchaba un gemidillo de placer. Luego no recuerdo nada.
Me levanté a eso de las ocho y lo primero que vi fue mi miembro desnudo junto al trasero de Claudia. Me quedé unos segundos pensando, tratando de recordar. La vi indefensa, dormida. Recordé lo que pude, me puse raudamente mi pantalón y salí despavorido mientras me colocaba mi camisa. Corría, corría lo más rápido posible para evitar pensar, no quería pensar, corría hasta que me cansé demasiado y me senté en la vereda de una calle desolada. Yo no aguanté más y me puse a llorar, a gimotear como un bebé, qué estúpido había sido. Me acordé de mis padres y revisé mi celular: estaba apagado. Deberían de estar buscándome. Seguro y habían llamado a la policía. Pero yo no quería saber nada con nadie, había cedido a mis instintos, había perdido mi voluntad y había caído en la tentación, cada vez me sentía menos humano. Y yo que decía que me aguantaría hasta el matrimonio, y yo que creí que mi primera vez sería genial, con bombos y platillos, fuegos artificiales y demás, con una mujer a la que realmente amara. Y estaba ahí sin siquiera acordarme como fue. Sonreí un poco al recordar con quién había sido y que se lo podría contar a mis amigos, pero caí de nuevo, había sido un imbécil, un abúlico que no se acordaría de su primera vez, ¿eso realmente merecía ser contado? ¡Qué decepción!
Talvez era cierto, talvez Claudia estaba con la regla, o qué sería. Lo único que sé, es que perdí aquel regalo de Dios que fue mi castidad, talvez sea exagerado, pero era algo que yo apreciaba mucho. El amor nunca volvió a ser lo mismo.


Chernobyl

Feliuz día pedrofabro

Esa chica de la sonrisa en los ojos
que me alejaba tanto de mi y de ti
de quye sirve un acto tan infimo,
si en verdad no se puede disfrutar completamente
porque el miedo es mayor a la seguridad
y esa seguridad es tan pñequeña que no llega a alcanzar el temor
temnor a no ser nadie por que no quiero ser nadie
que no tenga las ganas de ser alguien
si loa desicion es mia
poruqe no llegar a expresarlo
expresar deseos prohibidos, tentaciones intimas
copsas que en realidad la sociedad no quiere escuchar.



Yakamoz y sus amigos

Cartas Amarillas


“Y busqué entre tus cartas amarillas mil te quiero, mil caricias y una flor que entre dos hojas se durmió…”
––Maldito perro, y todavía tienes la cara para esto, ya vas a ver…
María desesperada no pudo contenerse y lo empezó a golpear mientras gemía y lloraba, lanzándole toda clase de injurias. Pero que tal raza, como me va a hacer esto, tendrá plata pero yo no soy una cualquiera, pensaba.
Estaban en el karaoeke, y el espectacular Nino Bravo ponía el toque de ironía y conchudez al asunto. María se acababa de enterar. Llevaba casada nueve años con Luis Alonso, y aunque no habían procreado a pequeños críos que los despertaran y alegraran en las mañanas, eran, eso creía María, una pareja muy feliz y estable.
Claro, María ya no tenía los senos más firmes y el trasero más deseable de la facultad de ciencias contables y administrativas, pero era aún así una cuarentona bien paraba que no tenía nada que envidiarle a una mujer unos cinco años menor.
“…y mis brazos vacíos se cerraban aferrándose a la nada, intentando detener mi juventud…”
Él en cambio, nunca había sido un hombre apuesto; es más, era horrible, ridículo, huachafo, sucio y para colmo inculto. Lo que sí, jamás se podrá decir que no había sido y que era un hombre codiciado. Es que como dicen, con la plata baila el mono y Luis Alonso la tenía como para poner un circo. Pero al contrario de lo que se podría pensar, mejor dicho, al contrario del sentido común, María no se fijó jamás en su dinero. Ella lo amaba por lo que era, él era su media naranja y punto.
Talvez fue ese el problema: mucho amor. Un amor tan grande que enceguece. ¿No se dio cuenta que llegaba más tarde que de costumbre? ¿No se dio cuenta que olía a mujer? ¿No se dio cuenta que ya ni le hablaba? ¿Quién sabe? Es que ese amor que no es amor porque no es correspondido la encegueció. No se dio cuenta de nada sino hasta el día en que encontró, limpiando su saco, las cartas amarillas de quién sabe quién pero que lo trataba de miamorcito y que le escribía cosas absolutamente censurables para un hombre casado y hasta para uno que no.
“…al fin hoy he vuelto a la verdad, mis manos vacías te han buscado…”
Estaba dispuesta a soportarlo todo, al fin y al cabo, ella lo amaba y seguro que sólo fue un desliz, un momento de duda, pero que no volvería a pasar, era una pareja feliz y estable, esas cosas no les pasaban a las parejas felices y estables y que además se aman mucho, mucho, muchísimo.
Pero esa noche todo se acabó. Ya se había decidido a perdonarlo, ni siquiera se lo comentaría, sería algo que ocurrió, no pasó nada luego, y ella lo recordaría de viejos con una sonrisa en la cara. Y habría sido así, si no hubiera pasado lo del karaoke. Fue el mismo día que lo de las cartas. Y María que también es un ser humano, no pudo soportar, no pudo perdonarlo y se abalanzó en busca de explicaciones y talvez un ojo de aquel desgraciado que ni excusas se inventó.
El matrimonio feliz y sólido que se amaba mucho, muchísimo, se acabó aquella infausta noche. María no soportó dormir ni una noche más con ese pérfido ser que la despreció por carne no cinco sino veinte años más joven, y con más sentido común y ansias de dinero.
María se mudó a vivir con sus padres, quienes no podrán decir de nuevo que de donde comen dos comen tres. Y es que María no consiguió trabajo (quién contrataría a una contadora cuarentona que no ejercía hace nueve años), y sufrió el no tener marido que la mantenga, y más aún cuando murió su padre.

“Te llamé porque hace un año que no hablamos, para romper aquel adiós que nos juramos. Voy a pedirte de rodillas que regreses junto a mí…”


Chernobyl

El día que Rodrigo decidió limpiar su cuarto


Su cuarto estaba hecho un completo desorden. Rodrigo salía cada día a la universidad apurado como siempre, estaba en exámenes finales y se había quedado dormido un par de veces teniendo verdaderos problemas. Todo comenzó el día que se perdió el celular, o mejor dicho esa fue la gota que derramó el vaso, ya se le habían perdido varios cuadernos, un libro, el control remoto de la tele, había sacado varios duplicados de llaves, su segundo reloj lo encontró pero luego de comprar otro y siempre andaba con medias diferentes que ocultaba con el pantalón sin basta que chocaba con el suelo mientras caminaba y siempre estaba cochino. El día anterior estuvo estudiando matemática financiera en medio del tumulto de papeles de varios años pasados y periódicos antiguos que no dejaban ver la madera opaca del escritorio, pero él se esforzaba por estudiar y diciendo que ya era hora de arreglar todo esto.
Un día entró su mamá con todo lo necesario para limpiar, escobas, baldes, un estropajo, un trinche, pero Rodrigo no la dejó entrar diciendo que él sabía donde estaba cada cosa y que no le toque nada, que ya lo arreglaré mamá, no te preocupes.
El semestre estaba terminando y había aprobado todo, se pactó una fecha para limpiar el cuarto pero lo invitaron a salir unos amigos, que luego fueron a su habitación para conversar un rato. No fue un rato ameno, ya que no había dónde sentarse, las dos sillas que tenía estaban ocupadas, una con el televisor y la otra tenía una colección de cajetillas de cigarro iguales, y en la cama era imposible pues había un remolino de sabanas y edredones que daba miedo ahogarse entre todo el tumulto.
Sólo había una parte del cuarto en orden que era el estante donde ponía sus libros de literatura y como todo aspirante a escritor eso se respeta antes que nada, lo demás estaba lleno de envolturas de galletas, caramelos y 20 botellas de jugos más unas cajas de leche que Fernanda, su enamorada, se dio el trabajo de contar pero al final Rodrigo no dejó que las bote. Este fin de semana limpio todo y va a quedar “anís” decía todo el tiempo, hasta que ya nadie quería ir a visitarlo pues además del desorden afloraba el mal olor producto de las docenas de medias sucias que había bajo la cama y ni hablar de la ropa interior que estaba colgada por todos lados. El día que perdió el celular, Rodrigo esperaba una llamada importante y hasta pensó que se lo habían robado, buscó en sus cajones llenos de todo. En aquellos cajones se podía encontrar toda clase de objetos e ir recordando cada una de las etapas de su vida. Fue cuando desesperó y comenzó a ordenar el cuarto a pesar que era miércoles. Vio tal desorden y se dio cuenta que era imposible, entonces no dudó en llamar a su mamá para decirle que se mudaba pues sería más fácil que limpiar todo esto.


José María

Un hembrón. Otro Episodio en la vida del Pobre Pepito


Estaba buena, nadie lo podría negar. Y menos él, considerando sus anteriores afanes y enamoradas, esta era una diosa. Se le acercó tímidamente para ver si podía sacar algo bueno de aquella fiesta, empezaron las luces cortantes, pero estaba tan emocionado con la alucinación de aquella divinidad que no se mareó como normalmente hacía. Cada vez se lograba acercar más, había demasiada gente y avanzar un metro era un verdadero logro. Además todo el lugar estaba lleno de ebrios que te saludaban creyendo conocerte y te invitaban de su trago o te pedía cigarros y la hora. Ya estaba detrás de ella, pero qué hacía, qué le decía. Oye amiga bailas. Lo había hecho, increíble le dijo que sí, él era un bebote que siempre trataba de impresionar con cosas que no era. Pero se lo dijo y ella aceptó, increíble. Se acomodo el asqueroso cerquillo que le cubría la frente grasos y llena de granos. Y… cómo te llamas. Alejandra, tú. José, Pepe para ti. Se trataba de hacer el pendejo pero sus cachetes rojos y fofos lo delataban, además de la cara de baboso que no se la quitaba nadie y la actitud de niño mimado que se queda noches de noches planeando sus actitudes.

Empezó a sentir que algo, el pantalón se le abultó. La chica se le pegaba mucho y el sentía la gota de sudor que le brotaba de la sien, empezó a tragar saliva. ¿Este sería su día? Cada vez se le pegaba más y el estaba que no podía con los nervios y las ganas, le empezaron a temblar las ridículas piernas pero se daba valor diciéndose a sí mismo que hoy día si la hago caracho, por fin me voy a agarrar a alguien, como mis amigos, sí como mis amigos. A qué no sabes cuántos años tengo, le preguntó la chica hermosa que vale la pena decir era blanca y de ojos castaños. No sé, dieciocho, respondió con su edad a ver si eran del mismo año. No sonsito, tengo quince recién, corrigió haciendo gala de su tremendo tufo. Él se quedó atónito, ese cuerpazo no era de una niña de quince, y uf era chibola y estaba ebria, de todas maneras este era su día.

Y se empezó a pegar más, su corazón no resistiría, su ritmo cardiaco se había acelerado demasiado, pero el no se rendiría aún. Entonces ella en un arrebato se le colgó al cuello y empezó a besarlo violentamente, a morderlo. Su corazón dio otro salto al igual que su pene. Trato de seguir el juego y que no se diera cuenta de que era un poco inexperto en estas cosas, pero solo un poco eh.

Después de unos diez minutos agarrando, él ya estaba comodísimo obviamente y ya le había agarrado el truco a la cosa, ella le dijo que fuera a otra parte. Eran muchas impresiones para una sola noche, el paro cardiaco no tardaría si seguían en ese ritmo; pero mandó todo a la mierda y se dejó llevar por el momento. Salieron de la mano hasta la playa de estacionamiento donde estaba el vocho que le había regalado su viejo cuando cumplió dieciocho, era rojo y era lo que Pepe más quería en el mundo, todos los días lo limpiaba por horas y creía que con eso podría atraer la atención de las chicas.

Él no la dejaba de besar, ya sentía que la amaba, y en el carro fue aún peor. Empezó a conducir excitadísimo, no sabía que vendría después pero cualquier cosa sería buena. A dónde vamos, le preguntó mientras retrocedía el auto para sacarlo de la playa. Conozco un lugar bellísimo yo te guío, dijo casi gimiendo haciendo que el pobre Pepe empezara a temblar, y que su pantalón quisiera explotar. Esta mujer era increíble, nadie jamás se hubiera imaginado que en verdad tenía quince años, era un mujerón y se portaba como tal.

Prendió la radio, la besó, y si fuera un violador. Se acomodó el pelo, mejor para mí, pero sé que no lo eres. Cambió a segunda, no me conoces y te metes a mi carro así nomás, podría llevarte a un descampado, desnudarte, violarte, y luego de eso ahorcarte y botarte a la torrentera. Le empezó a tocar la pierna y subir lentamente, sí, pero no lo vas a hacer, voltea por acá. Pálido pero feliz, está bien.

–– ¿Y haces esto seguido?
–– ¿Qué cosa?
––Agarrarte a un desconocido en una fiesta y llevarlo a ese lugar bellísimo que dices.
–– ¿Qué me crees? ¿Una puta? ­––enojada.
–– No, perdóname, me confundí. Por supuesto que no.
–– Pues deberías reconsiderarlo­ ––rió ––. No mentira, yo soy niña de su
casa ­­––. Un beso y una tocadita de pierna subiendo un poco más de lo debido.

El pobre Pepe casi choca, pero lo supo controlar. Se estaba impresionando mucho por su manera de actuar, se sentía orgulloso. Por fin se están cumpliendo mis sueños, pensaba.

Dejó las hermosas fachadas coloniales de sillar del centro de la ciudad y se internó en barrios de clase media. Ella lo excitaba cada vez más, empezó a moverse inquietamente mientras emitía gemiditos y se acercaba a él para besarle el cuello y tocarle la pierna. Era increíble que Pepe aún pudiera conducir, resistía estoicamente, sabía que luego vendría algo mucho mejor.

Seguía sus instrucciones al pie de la letra: dobla a la derecha, listo, ahora de frente, a la izquierda, listo, sigue nomás, derecha, listo, ¿oye dónde estamos? Sigue nomás, derecha, listo. Ahora sí que Pepe esta perdido, jamás en su vida había estado en su lugar, pero el lugar debería ser hermosísimo, así que siguió conduciendo. De pronto empezó a ver la hermosa campiña casi extinta arequipeña. Y empezó a emocionar, qué mejor que tirar en el campo, con la naturaleza y todo eso, viendo la luna y las estrellas y respirando aire limpiecito. De hecho ya podía respirar el aire limpiecito mezclado con el carolina herrera de aquel hembrón.

Aquí para, para aquí. Y empezaron a besarse apasionadamente. Pepe estaba que explotaba, después de tanta espera, de tantos años, había llegado el momento, uy qué rico, listo, dijo, tenía unas ganas de gritar y agradecer al mundo pero tremendas. Estaba apunto de explotar de alegría cuando sintió que le quemaba la nuca, vio cinco hombres rodeándolo y cayó inconciente.

El muy imbécil despertó al otro lado de la ciudad, un poco más arriba del aeropuerto y al tratar de levantarse se dio cuenta que casi no podía caminar y que el culo le ardía como los mil demonios, como si hubieras estado chupando tequila con limón y todo, pero de reversa. Qué asco Pepe, eso te pasa por ingenuo, baboso, pretencioso y loser. No se ganó con un hembrón, se ganó con cinco hombrónes.


Chernobyl

Un excéntrico en el spa que parecía peluquería

- Buenas noches, quisiera cortarme el cabello.
- Pase siéntese. ¿Más o menos, cómo desea el corte?
- No se, que no quede muy corto. Podría rebajármelo quizás, porque hace trece meses que no me lo corto…
- Le cortare dos dedos y ya vemos cómo le queda.
- Me llamo José María y estudio literatura.
- Bueno, mejor le enseño unas revistas, quizás algún modelo le gusta.
- No, ese no. Se ve muy anticuado.
- Entonces la verdad no le entiendo.
- Pero tan sólo corte proporcional y que no quede muy corto.
- Pero aquí, mire este modelito. Hace poco se lo hice a un joven con el cabello bien largo y …
- Mire, ya se. Aquí tengo mi carné universitario, esto fue hace meses, sí, soy yo aunque no parezca.
- Ahora sí lo entiendo, pero cómo le corto de atrás. ¿Quiere que le quede algo o no?
- No se, proporcional y que no quede muy corto.
- Si me sigue diciendo eso, no lo puedo ayudar mucho.
- Es que no sabe lo difícil que es esto para mí, puesto que hace 13 meses que no me corto el cabello porque…
- Bueno José María, y vives por aquí cerca.
- Sí, vivo en la casa de al lado. Somos vecinos, si se podría decir.
- Y por qué antes no te cortaste el cabello. Cuando esta largo el cabello se irrita y …
- Es que yo sólo me corto el cabello una vez al año. A pesar que vivo junto a una peluquería.
- Así, ¿cómo es eso? Y esto no es una peluquería, es un spa.
- Voy a la peluquería o a un spa que parece peluquería y me corto todito el cabello y espero un año hasta que me vuelva a crecer.
- Interesante.
- Y no crea que soy tacaño o excéntrico. Sólo no me caen bien los peluqueros. Pero usted sí, o bueno disculpe …
- Bueno ya está, déjeme limpiarlo. ¿Cómo lo ve, le gusta?
- Está un poco corto de atrás, largo tirando para corto en los lados. Y no me peino con raya al medio cuando está un poco corto, sino cuando esta largo y tirando para super largo en los lados, por eso de los loosers y …
- Ayyy
- Bueno, está bien. ¿Cuánto le debo?


José María

...

"La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz."

Hermann Hesse

Respuesta al post de José María (Sin ánimo de ofender =D )



Yo leo cuando quiero, no creo que por leer menos de veinte horas al día escribiré peor. Sino miren los resultados y compárenlos jajajá. NO, mentira, una borma mi queridísimo José María NO te me vayas a enojar solo quiero que sepas mi opinión.


Además cito a Oswaldo Reyno quien una vez en una conferencia aquí en Arequipa me dijo:



"Lee, lee y lee; escribe, escribe y escribe; y vive intensamente sino de que
mierda vas a escribir"


Vivir intensamente no es leer todo el día y no es tampoco chupar como cosaco y fumar como chino en quiebra.




¡Vive intentamente!


Chernobyl

¿Qué estoy leyendo?

Algunos creen que leo mucho, bueno comparado con aquellos que me lo dicen. Sí, es cierto. Pero con mis aspiraciones todavía leo muy poco.
Otros dicen que ya casi no tengo vida por leer tanto, pero es al contrario pues la literatura es casi mi vida y si no fuera así sería como dice aquel escritor de cuyo nombre no me quiero acordar, o mejor dicho no me acuerdo aunque fue ayer cuando lo leí: Fría bazofia humana.
Soy un gran apasionado por la literatura peruana y hace meses que vivo las historias de escritores nacionales, quizás por un nacionalismo exacerbado. Pero todo empezó con Vargas Llosa y las travesuras de su niña mala, que a quién no le ha pasado algo así. Pero en ese entonces sólo leía a Marito como le diría un tiempo la tía Julia y trabajaba en RPP con un escribidor un tanto loco, luego gracias a un buen amigo (Chernobyl) comencé con Roncagliolo, ganador del premio alfaguara de novela, y la inspiración que eso representa para todo joven escritor. Luego Reynoso, Jaime Bayly, Daniel Alarcón y al final me estanqué con Bryce Echenique, encontrando cierta afinidad con sus personajes especialmente con el excéntrico y neurótico Martín Romaña y hace meses que leo libros de Bryce. Ahora estoy leyendo sus cuentos completos, el segundo tomo para ser exactos y los veo igualmente interesantes aunque más me gustan sus novelas. Pues el mejor cuentista para mí es Julio Ramón Ribeyro y esa facunda imaginación, si se puede decir así, que lo caracteriza (de nuevo el nacionalismo exacerbado).

Cuando era niño y estaba en segundo grado leí la Peste del genial Albert Camus un poco influenciado por el seno del hogar, un hogar de lectores, pues si mal no recuerdo todos siempre están leyendo algo y desde que aprendí a leer me gusta la literatura entonces. Pero en esa época cuando todavía usaba pantalón corto aunque la verdad es que los sigo usando, el hecho es que veía con inocencia lo que sucedía en este valle de lágrimas, no entendía casi nada y me cobré recién la venganza el año pasado leyendo la Peste, la caída y el extranjero en tiempo record, además del otro escritor que me acompaño en la secundaria y ganador del premio Nobel Hermann Hesse. Es quizás el escritor más genial que leí, entre sus obras destacan Sidharta, el lobo estepario, Demian, bajo las ruedas y viaje al oriente, sin olvidarme del último verano de Klingsor. Ahora que lo veo no sé cuál me gusta más. Todas son geniales.
No me puedo olvidar del gran Julio Verne en este recuento del cual leí 11 libros consecutivos en un solo mes quizás por el espíritu aventurero que tengo arraigado a pesar de ser un huraño, excéntrico y sedentario.

Bueno, si me tuviera que ir o por circunstancias de la vida me quedo varado en una isla solitaria y sólo podría llevar cinco libros (por eso las 4 veces que crucé el atlántico lleve conmigo Sidharta y el lobo estepario por si acaso, y por favor no me digan que sólo uno pues me generarían un problema de gran magnitud que no me dejará dormir esta noche) me llevaría sin pensarlo mucho: Sidharta, el lobo estepario, la caída, cien años de soledad, la mejor novela que leí o por lo menos la más interesante y terminaría con la vida exagerada de Martín Romaña. Y si me dejarán llevar uno más sería Robinson Crusoe para sobrevivir en la isla o la Biblia para mantenerme vivo.

José María

Se busca


Ganas de escribir perdida.


Se vio por útlima vez por las inmediaciones del cielo un día de cuyo nombre no quiero acordarme.


Responde al nombre de VOLUNTAD y TIEMPO y es fácilmente reconocible por sus mejillas rojas y sus anteojos grandes y redondos.


Se ofrece buena recompensa: catorce dólares americanos a quien la devuelva las sin haberla usado y la felicidad a eterna a quien sí.


Si la encuentra por favor llame al teléfono:

9593865027 o a 9593142067

oh sole mio

Los peores días son aquellos un tanto nublados, amanece sin sol y hace frío; casi siempre son en otoño. Sales a la calle y te das cuenta que la vereda está rota, que los carros contaminan y ese humo se te va impregnando en el cuerpo, las combis van llenas y seguro hasta te roban; los periódicos dan sólo malas noticias y que éste es un país de mierda.

Pero por eso estás tú hoy conmigo, nuestra cama es grande como el corazón, puedo acariciarte bajo una leve luz y con mi torpe tacto ir adivinando cada una de las partes de tu cuerpo; tus rizos largos me señalan el camino mientras tu respiración entrecortada se confunde la mía.

Aún recuerdo aquel día en que te conocí; ¿es que acaso tú ya no?, bueno aún huelo tu perfume combinado con el olor de una mañana calurosa en que la gente yace aletargada y camina lento por las calles desiertas pensando en qué hacer; tus ojos me gustaron pero ahora mejor no te digo, quiero acabar con todo; busco en el primer cajón del velador un tanto desvencijado; qué dices, ¿las pastillas para dormir estarían bien?, si me tomo todas no lo sentiré, en la cocina hay veneno pero me dolería y siempre fui cobarde; me dices que me lance por la ventana, no lo creo tan sólo son tres pisos, mejor espero un rato más. Lo que más extrañare será ese lunarcito allí abajo que ya es más mío que tuyo, la forma en que te muerdes los labios cuando te amo. Amigos si tengo aunque no lo creas, son pocos y aún siguen en la universidad, donde no regresaré jamás. El día que me retiré fue memorable, me despedí con un gran váyanse a la mierda; en serio, ¿no crees acaso que oriné en la puerta cuando todos salían? Mejor hablemos de otra cosa, ¿quieres escuchar algo de música?, Pavarotti estará bien, la vida puede ser como una canción de Pavarotti: es bella si la entiendes, si sabes de música, sino es como algo que pasa sin sentido y estas esperando para que siga la siguiente.

Mejor las pastillas, el día está horrible y mejor sería dormir, te quiero, te quise siempre y me jode no seguir contigo; recuperar los años perdidos y que pasé de borrachera en borrachera en vez de besarte para sentir tus labios moviéndose, abrir mis ojos y verte tan linda, tan mía.

Tan sólo baila conmigo una canción, ¿qué dices?; oh sole mio me gusta, yo se que bailo mal, pero ven párate, quiero bailar desnudo contigo y ya va a ser hora, es mi último día y se me acaba el tiempo; te contorneas suavemente y puedo sentir tu cabeza en mi hombro, tus ojos se cristalizan; te doy un beso, muevo tu cabello hacia un lado; no, detrás de las orejas no me gusta, quiero juntarlo en mis manos y olerlo, que ese olor llegue a mi mente, me asfixie, me emborrache para no olvidarlo nunca y que rocíen esa esencia a la hora del funeral; ah y que no haya curas por favor; te encargas okay.

Colgarse siempre me pareció estúpido, pues es más difícil y el vaivén de mis pies inertes le dará la bienvenida a los que vengan a ver al pobre diablo que se suicidó una tarde en que ya no hacía calor y el sol se escondía para no verme jamás.

No creo que esta realmente haya sido mi vida, quizás me equivoqué desde el principio y viví el destino de otro hombre; así me siento ahora y veo a mi alrededor, mi soledad, mi pobreza y abandono; sentado en un sillón que cruje y sin saber siquiera cómo matarme, nunca supe nada y creo ese fue el problema. Espero conocerte en la otra vida, porque en esta no me va a alcanzar el tiempo a pesar de que me apuré bastante, pero sé que existes y estás ahí, esperándome hasta siempre; yo en este valle de lágrimas viví sin ti y hoy en mi último día me conformo con hablar contigo sin saber tu nombre, tu dirección, ni tu teléfono o algo; porque me muero. Me decidí por las pastillas, te quiero abrazar pero ya no estás más, pues no te veo , el techo está demasiado alto y quizás seas tú la que pase por la calle en este momento, me voy solito eso sí, a mi nadie me bota; si algo sé, es que tú estas cerca, te puedo sentir de nuevo en este cuarto ya derruido y veo mi sombra solitaria a pesar que estás conmigo, entonces la primera pastilla estaba amarga, la segunda ya no la siento, un poco de agua; me duele la cabeza, mis ojos se cierran; no me despiertes mi amor; ni siquiera puedo cantar oh sole mio, estoy sentado, cada vez siento más el cansancio; estas pastillas son buenas, con unas 20 será suficiente ¿tú crees?, la gente siempre me odio y ahora me estoy odiando yo también, a quien se le ocurre suicidarse sin dejar una carta, no compre un trago, quisiera fumar un último cigarro y los ojos se me cierran, estoy solo como nunca y tu no existes, te quisiera buscar pero tengo sueño, espero no tener pesadillas porque me dan miedo, te veo borroso aunque nunca supe si tus ojos eran negros o marrones; no me doy tiempo para eso, me muero poco a poco y chau, nos vemos después. Cierras la puerta cuando te vayas si puedes, no quiero que me rescaten luego; mas bien dame un último beso, para sentir tus labios y saber en mi siguiente vida como son, identificarte, conocerte y vivir contigo, lo podría hacer ahora pero no, esto fue una mierda y sólo quiero descansar mientras la noche se torna nítida y puedo recordar lo bueno que hubo, es ya tarde para arrepentirme, te quiero y me voy, espero no recordar nada de esta vida excepto a ti, pues todo fue un error; en la siguiente voy a aprobar mis cursos y no fumaré tanto, pero esta ya fue.

José María

Decálogo para inflar un globo

Para mi entrañable amigo José María


Usted, mi queridísimo lector se habrá fijado en lo curioso que resulta ver a un compañero inexperto en el tema tratando de inflar un globo. Pues esta tarea es de vital importancia en nuestras vidas y resulta difícil concretarla de manera satisfactoria. Por esa razón he hecho un decálogo con el cuál inflar un globo será más fácil que una clase de estadística, o más fácil que la filosofía de Jung. Y es que qué sería de nuestras vidas sin globos bien inflados que den color a nuestras orgías. Así pues les pido presten mucha atención y sigan al pie de la letra:


USTED:


1. Relájese y visualícese con el globo inflado en la
mano.


2. Respire honda y profundamente. Le recomiendo humildemente el ejercicio de los cuatro cuatros: inspire cuatro segundos, retenga cuatro segundos, espire cuatro segundos, aguante cuatro segundos. Repita
el proceso por lo menos quince veces.


3. Evite fumar cinco cajetillas de cigarrillos Hamilton© mientras escribe el mejor cuento de su vida.


4. No ingiera bebidas alcohólicas en lugares cercanos a alguna universidad en las 24 horas previas al inflado del globo.


5. Si es cristiano, rece.


6. Si no es cristiano, rece de todas maneras: esta tarea es muy difícil y es necesaria la intervención divina.


EL GLOBO:


7. Empiece con un globo fácil (jamás con uno de color amarillo).


8. Estire el globo, jálelo, píselo, ámelo, ódielo, haga lo que pueda para que sea más fácil llenarlo de aire.


9. NO olvide JAMÁS retirar delicadamente los dedos del cuello del globo al inflarlo para no obstruir la entrada de aire.


REGLA DE ORO:


10. Elija el globo con cuidado, que no sea ni muy grande, ni muy chico; ni muy gordo ni muy delgado. Y por Dios recuerde: Si tiene espermicida, no es un globo.


Si después de eso, aún no puede inflarlo envíenos su globo y se lo inflaremos con mucho gusto al módico precio de catorce dólares
americanos.

Chernobyl

Mi cuerpo y mi poema

Escribo estos versos,
estos versos que desde un día estarán en tus manos
Escribo estos versos, porque me inspiras mujer
No soy Vallejo, ni Pablo Neruda;
pero te escribo estos versos con mucha ternura.

Esta mañana pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira del olvido ya no miente.
Recuerdo en tu boca la sonrisa, tan bella, tan sencilla y
oigo tu voz a través del velo de mis fantasías.

Para ti tengo escrito mi voz en papel bond
Para ti tengo escrito mis letras con lapicero carbón
Mi más hermoso sueño nace frente a ti
y morirá cuando muerto este el amor.
Porque tu amor no se como una palabra en la mano,
no se habla como la jerga o como la palabra
Porque tu amor no esta escrito ni en mi libro ni en mi hilo
Porque estando contigo el amor es más que el amor
Porque todos tenemos que decir algún día la verdad, yo diré que te quiero.
GOZ

...

y qué tal tú mi entrañable compatriota, que ha sido de tí, cómo te ha tratado esta tierra tan despreciable, adorable y sobre todo ingrata: el amor.


-YAKAMOZ-

Encuesta



Hoy, 31 de mayo, por fin terminó nuestra encuesta sobbre tu narrador peruano vivo preferido con 50 votantes. Y me complace informarles que nuestro flamante ganador es Alfredo Bryce Echenique. Genial Bryce, ¿cuándo no? Y es que el genio detrás de Martín Romaña, Max Gutierrez, Juan Manuel del Carpio, Carlitos Alegre, entre otros, sin olvidar obviamente al tiernesísimo Julius, se llevó el sesenta por ciento de los votos (treinta votos), ganándole así a Vargas Llosa por diez votos. Increíble pero ciento por ciento, ¿o debería decir sesenta por ciento? Bueno si algún día Bryce lee esto (lo cual obviamente es virtualmente imposible) le mandamos nuestras sinceras felicitaciones.


Luego de los ya reconocidísimos Alfredo y Mario, tenemos al buen Danielito Alarcón, el más joven de la lista, y el tercer puesto, quien se ganó trece votos ( el 26%), pasándo así en último minuto al tambíén joven y apuesto Santiago Roncagliolo quien tuvo dos votos menos y el 22% de votantes a su favor, teniendo un bien merecido cuarto puesto. Esta noticia no será bien recibida por José María quien es acérrimo defensor de Roncagliolo, mientras que Chernobyl debe de estar saltando en un pie, porque quien cree el futuro literario del Perú (después de él mismo obviamente, la modestia primero en nuestro querido compañero) con sólo dos libros (Radio Ciudad Perdida y Guerra a la luz de las velas) le ganó al ya laureado por Alfaguara: Santiago cuyas novelas, Abril Rojo (Premio Alfaguara de novela 2006) , Pudor, El Príncipe de los Caimanes y su investigación sobre Abimael Guzmán (La Cuarta Espada), eran de las favoritas de José María.


Empatando con Roncagliolo se encuentra uno de mis favoritos y por quien voté, el genial Fernando Ampuero cuyo repertorio está plagado de cuentos (considerados de los mejores cuentos peruanos contemporáneos) y cuenta con tres novelas (Caramelo Verde, Puta Linda y Hasta que me orinen los perros) pero interesantísimas, de esas en las que no puedes despegar los ojos del libro.


Ya en quinto puesto tenemos al arequipeño Oswaldo Reynoso, por quien votaron ocho personas. Le siguen Thays y Garayar quienes empatan con cinco votos. Y ya luego están Edgardo Rivera Martínez y Alonso Cueto, quienes increíblemente y aparte de su amplia y exceltente trayectoria sólo cuentan con un voto cada uno.


Algo importante es que siete personas votaron por "Otro", quién será otro, no lo sé en estos momentos se me vienen a la mente, Miguel Gutierrez, Luis Loaya, Luis Hernan Catañeda, Jaime Bayly (?), ¿José María, Chernobyl? ¿Quién sabe?


Les dejo los resultados de la encuesta por si se borran aquí al costadito:


¿Cuál es tu narrador peruano vivo preferido?



Mario Vargas Llosa
20 (40%)

Alfredo Bryce Echenique
30 (60%)

Edgardo Rivera Martinez
1 (2%)

Oswaldo Reynoso
8 (16%)

Iván Thays
5 (10%)

Alonso Cueto
1 (2%)

Fernando Ampuero
11 (22%)

Daniel Alarcón
13 (26%)

Santiago Roncagliolo
11 (22%)

Carlos Garayar
5 (10%)

Otro
7 (14%)

Votos hasta el momento: 50

Encuesta cerrada




Bueno pues eso fue todo, pronto pondremos otra encuesta con poetas peruanos, pero acá si valdran los ya muerto y el tiempo de votación no será tan largo. Vayan pensando, y leyendo, les recomiendo a Cisneros y a Blanca Varela.


Hasta pronto,



-YAKAMOZ-

¿¿Has leído a Roncagliolo??





"¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?"



Aquella tristísima mañana, entre unas calles que no viene al caso recordar, mientras aguardaba la llegada del auto de unos amigos, pensaba en ella. Sabía que aparecería en cualquier momento. ¿Pero qué le diría? ¿Los temblores en mi estómago me dejarían hablar?

Estaba muy nervioso, no sabía que hacer. Mi estómago y sus temblores ya me habían traicionado antes. ¿Por qué ahora no? Es que estos nervios siempre me causan problemas, como en el colegio, en los exámenes. En esta ocasión qué haría, cómo se lo diría. Casi llorando de nervios me puse a rezar mentalmente, pero no me calmaba. Intenté rezar la oración de san Ignacio, la que me enseñaron en el colegio, esa era la que más me gustaba y siempre me traía paz, pero nada…

—Oye Beto, entra pues.

—Ah, lo siento, no me fijé.

La camioneta de José Ignacio era preciosa y más preciosa aún cuando ella estaba en el asiento trasero. Me senté a su lado. La saludé, también a Ignacio y a su enamorada.

Ignacio manejaba como un energúmeno pero yo ni me daba cuenta, estaba a su lado y sólo eso importaba. Quería hablar pero no podía: un ratoncito había subido desde mi estómago y se había comido mi lengua; Dios ayúdame, pensaba, dame el don de la palabra, quiero decir algo bueno pero no me sale. Me sentía un imbécil, un triste pusilánime pero que más da, eso lo sentía todo el tiempo, no era sorpresa. Pero no, no tengo que pensar así, ella está a mi lado, tengo que decirle algo, sí, le diré algo y todo se resolverá. Pero ¿qué le digo? ¡Bah! qué patético, sí, y toda la noche de ayer planeando posibles diálogos. ¿Qué más da?

—Este…, mmm…, este… ¿has leído Abril rojo de Roncagliolo?

Dios mío qué idiota puedo llegar a ser. Otra vez con lo mismo. Qué acaso no puedo hablar de otra cosa que no sean libros. Debe de haber algo más interesante en mi vida, ¿pero qué?

—No, no leo—. Me respondió secamente.

¡Ay! Siento ganas de llorar. Ya no puedo más. Voy a vomitar mi corazón. Qué imbécil soy, mejor no hubiera nacido. ¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?

Bueno por lo menos esta vez no me puse a temblar, y tampoco sentí ese hormigueo en todo mi cuerpo que me asusta tanto en lo exámenes y me hace dar la impresión de que me voy a desmayar, por suerte que no me vino eso, porque si no…

No volví a hablar ese día.



Chernobyl

El mundo no es como me lo contaron


Este cuento lo escribí hace ya algún tiempo y no tengo ganas de revisarlo. Tómalo o déjalo





– ¡Ah! –gritó mi hermano, y mi madre se desmayó – ¡se suicidó!

Sí, efectivamente, me había suicidado. Quién lo diría pues, pobre José Carlitos, ¿no Amparito? Sí pues Milagrito ¿quién diría? Tan buenito y lector él, cómo le gustaba leer ¿no? Si pues el siempre très sympathique et très intelligent, aunque también tenía sus ideas medio raras ¿no? Sí, tienes razón Milagrito pero…, bueno sírveme un poco más de tesito please.

¡Bah!, que feo. Siempre me habían gustado los velorios, una cierta morbosidad movía en mi un gran interés para con estos eventos. Pero esta vez era diferente, mi propio velorio, que raro se siente. Unos desubicados se cuentan chistes, unas señoras conversan, otras lloran. Mi madre lo hace como ninguna. ¡Qué impotencia! Mamá no llores por favor, te amo tanto, no llores por mí, ahora estoy mejor, mami porfa no estés así, no. Tengo ganas de llorar, no me gusta ver así a mi familia, todos lloran, ¿cómo? No puede ser, hasta mi papá llora, no papi no llores, nunca lloraste frente mío, no lo hagas ahora, me haces sufrir, no quiero verte así. ¿Y tú? Paulito, mi hermanito, no estés triste. Te quiero hermanito, tanto te quise en vida, siempre queriendo que seas el mejor, sacrificándome para poder estar a tu lado y poder enseñarte algo más, dejando de lado muchas oportunidades para que al crecer me tengas contigo. Y mírate ahora, todo un hombrecito. Me siento orgulloso de ti. Por favor te encargo a nuestros padres, ahora tu eres lo único que les queda. Cuídalos por favor.

Y ahora que repugnancia. No pensé que me darían tantas nauseas mi cuerpo inerte, mi nariz y mis ojos tapados con algodón para que no escape la hedionda esencia de la cárcel de mi organismo, donde cohabitará con otros malandrines que roerán mi cuerpo hasta convertirme en polvo. Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos. Sí, pero que asco me doy, vestido con mi terno, con mi tez aun más blanca y con la señal que dejé marcada hasta la eternidad en mi triste cuello, el signo que mostraba la manera con la que elegí acabar conmigo. Esa forma que tanto excitó mi imaginación. El ahorcamiento.

Ya se imaginan la sorpresa de mi madre y de mi hermano al verme colgado del techo de mi cuarto, pobre de ellos, lo siento en verdad, les debo una disculpa. Creo que debí suicidarme de una manera menos escandalosa. Pero así es mi personalidad. Siempre trate de llamar la atención. Hasta en la muerte. Sí, como siempre me ganó el egoísmo, y en vez de evitarle por lo menos una pizca de sufrimiento a mi madre, cumplí con mi capricho y me ahorqué. Y ahora estoy doblemente condenado, una por suicidarme y la otra por el bullicio. Porque como dicen, Dios perdona el pecado pero no el escándalo.

Bueno, y a todo esto ustedes se preguntarán el porqué de mi suicidio. Podría pensarse que fue por una chica o algún problema amoroso, que la verdad no faltaba. Si pues, siempre está aquella chica que vuelve loco a uno y en el momento menos esperado le corta haciéndole sufrir a mares, haciéndose odiar y amar tanto, pero tanto… En efecto, es desquiciante.

Si… pero no, no me suicidé por esa chica ni por ninguna. Eso si sería estúpido de verdad, soy tonto aunque… también bien imbécil, pero no tanto pues.

Mis razones fueron otras, y aunque el zahorí lector talvez piense que soy un cobarde y que mis razones si son bien pero bien y requete bien estúpidas, ahí les van:

Me suicidé porque el mundo fue y será una porquería, como dijo Gardel, porque es un despliegue de maldad insolente y vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todo manoseado, porque estaba triste, porque una persona buena nunca triunfa, de hecho siempre tiene las de perder. Porque todo está de cabeza, porque si Jesús viniera a salvarnos se crucificaría el solito, porque el que no roba es un gil, porque a nadie importa si naciste honrado. En fin, porque estoy decepcionado del mundo, y no puedo hacer nada para cambiarlo.

Efectivamente una persona correcta y honrada nunca será tratada como se debe y nunca tendrá remuneración por serlo. Aquí solo sobreviven los ladrones y la gente vil.
Por eso sentí que este mundo no era para mí. Porque no es que diga que bruto que este José Carlos es un ángel de Dios y tan bueno él y que le debemos de construir una iglesia. Pero en efecto, siempre traté de seguir lo que pensaba que Dios quisiera que haga, lo que me enseñaron en el colegio que debía de hacer. Que cada vez más pienso que es pura porquería.

Evidentemente este no es el universo que creo Dios, y no puedo hacer nada para que lo sea. Uno se siente tan impotente, tan miserable.

Siempre pensé que el creador me tenía una misión, bueno a todos. Pero me siento incapaz de cumplirla, entonces siento que vivo inútilmente, que si muriera, ya pobrecito el José Carlitos se murió pues, pero no pasó nada, no cambié nada y aunque viviera más no podría hacerlo.

Ni en el mismo colegio, donde tanto aprendí de moral, las cosas funcionaban como debían, todo era pura palabrería, pura locuacidad. Pero en práctica nada, todo vacío. Nadie respetaba a nadie y el bien nunca era recompensado.

Entonces no pues, no podía ser así. Si no podía arreglar las cosas con mi trabajo y esfuerzo ¿para qué vivía?

Era todo un revoltijo de emociones y decepciones los que había en mi joven y romántico ser. Que en un momento tuve que estallar con el desenlace ya conocido.

Entonces, ¿ya saben por qué me suicidé? Sí, porque el mundo no es como me lo contaron.



Chernobyl