¿¿Has leído a Roncagliolo??





"¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?"



Aquella tristísima mañana, entre unas calles que no viene al caso recordar, mientras aguardaba la llegada del auto de unos amigos, pensaba en ella. Sabía que aparecería en cualquier momento. ¿Pero qué le diría? ¿Los temblores en mi estómago me dejarían hablar?

Estaba muy nervioso, no sabía que hacer. Mi estómago y sus temblores ya me habían traicionado antes. ¿Por qué ahora no? Es que estos nervios siempre me causan problemas, como en el colegio, en los exámenes. En esta ocasión qué haría, cómo se lo diría. Casi llorando de nervios me puse a rezar mentalmente, pero no me calmaba. Intenté rezar la oración de san Ignacio, la que me enseñaron en el colegio, esa era la que más me gustaba y siempre me traía paz, pero nada…

—Oye Beto, entra pues.

—Ah, lo siento, no me fijé.

La camioneta de José Ignacio era preciosa y más preciosa aún cuando ella estaba en el asiento trasero. Me senté a su lado. La saludé, también a Ignacio y a su enamorada.

Ignacio manejaba como un energúmeno pero yo ni me daba cuenta, estaba a su lado y sólo eso importaba. Quería hablar pero no podía: un ratoncito había subido desde mi estómago y se había comido mi lengua; Dios ayúdame, pensaba, dame el don de la palabra, quiero decir algo bueno pero no me sale. Me sentía un imbécil, un triste pusilánime pero que más da, eso lo sentía todo el tiempo, no era sorpresa. Pero no, no tengo que pensar así, ella está a mi lado, tengo que decirle algo, sí, le diré algo y todo se resolverá. Pero ¿qué le digo? ¡Bah! qué patético, sí, y toda la noche de ayer planeando posibles diálogos. ¿Qué más da?

—Este…, mmm…, este… ¿has leído Abril rojo de Roncagliolo?

Dios mío qué idiota puedo llegar a ser. Otra vez con lo mismo. Qué acaso no puedo hablar de otra cosa que no sean libros. Debe de haber algo más interesante en mi vida, ¿pero qué?

—No, no leo—. Me respondió secamente.

¡Ay! Siento ganas de llorar. Ya no puedo más. Voy a vomitar mi corazón. Qué imbécil soy, mejor no hubiera nacido. ¿Por qué tengo que ser así? ¿Por qué me hiciste Diosito tan pero tan looser?

Bueno por lo menos esta vez no me puse a temblar, y tampoco sentí ese hormigueo en todo mi cuerpo que me asusta tanto en lo exámenes y me hace dar la impresión de que me voy a desmayar, por suerte que no me vino eso, porque si no…

No volví a hablar ese día.



Chernobyl

1 comentarios:

Ronald dijo...

MUY BUENO, sigan asi y mejor!!!