Apraxia


Luego de dos meses y medio de su regreso Marcos olvidó cómo montar bicicleta, así empezó todo. Luego, lenta y progresivamente olvidó qué hacer con las hostias, cómo utilizar el control remoto y bailar bolero con su abuelita materna, para la suerte de la paterna con quién aún podía bailar el vals vienés. Pero tanta alegría no duró tanto, luego de olvidar cómo servir un buen whisky olvidó cómo bailar el vals vienés!, se olvidó de su tarea y las llaves de su casa. Fue una gran cadena de olvidos. Pronto ya no comía, ya no soñaba ni dormía siquiera, ya no jugaba y de no comer, no soñar, no dormir y no jugar, ya solo le quedó escribir y esperar la muerte. Escribía el lento trance de su metamorfosis, hasta que olvidó las v c l s y y n p d scr b r m´s.
Juanqui

Quiero ser un cronopio!.!.!


Cronopio Cronopio

dos hilos -uno azul-

CATALA TREGUA ESPERA TREGUA

CATALA TREGUA TREGUA ESPERA

El gran día

Ya pasaron las dos semanas que tuve que esperar impaciente para salir con ella. No la entiendo a veces, quizás no quiere salir conmigo porque me considera un perdedor. Trato de pensar que es demasiado ordenada y tiene todo su tiempo casi cronometrado pues cuando le dije para salir me respondió rápido sin pensarlo: ya, está bien, pero dentro de dos semanas. Y yo un tanto desilusionado le pegunté el día, como clamando piedad y no me cagues así, tan feo, el miércoles, me dijo, tengo muchas cosas que hacer estos días.
Lo más seguro es que tiene que salir con un montón de tipos y yo sólo soy un número más para ella, bueno así me siento. El hecho es que quizás sólo tenga una oportunidad con ella y lo tengo que hacer lo mejor posible. Nunca he sido bueno para estas cosas, quizás me ponga a hablar estupideces, se aburra y me mande a rodar por ser tan loser.
Era miércoles, el gran día. Entré a la clase abriendo la puerta imprudentemente. El profesor trataba de explicar unos cuadros en la pizarra pero todos dormían o conversaban alegres.
Esperé el cambio de hora, se me notaba nervioso. Muchachos, hoy saldré con Gabriela, no sé qué hacer, estoy nervioso. Las voy a cagar todas y me va a odiar. Ya no tengo tiempo para hacer algo especial, quizás ustedes me puedan dar algún consejo que me sirva.
No te preocupes, Renato, -dijo el Chino- Todo va a salir bien si piensas antes de hablar, sé que no es tu fuerte pero eso es importante. Pórtate como un buen tipo, eso les gusta casi a todas.
Jaime era el mayor de todos, estaba cursando su segunda carrera y a veces se juntaba con nosotros en el cambio de hora. Escuchó la conversación y le pareció divertido opinar. Mira, esto es fácil. Todo se trata de comunicación, que te conozca bien y si tienes suerte se enamora de ti. Llévala a un lugar tranquilo donde se pueda hablar bien y hablen todo lo que puedan. Sé cortés. Cuando caminen que ella siempre vaya a la derecha, no te olvides, no cruces por delante de ella, no digas lisuras y dile algo bonito cuando la saludes. Nada más.
Yo sabía que Jaime me iba a ayudar. Creo que sí puedo hacerlo.
Hablar y ser educado, se dará cuenta que soy un caballero y todo estará bien. Sabía que los consejos me iban a servir, esos pequeños detalles hacen la diferencia.
Mario miraba incrédulo a Jaime, estás huevón, esas son cosas sencillas que todo el mundo sabe. Lo que tienes que hacer, Renato, es regalarle algo al momento de saludarla. Sería perfecto una rosa roja; aunque sería muy pronto creo. No, mejor no, te estarías lanzando a la piscina y puede que esté vacía. Un chocolate está bien, una Princesa de luca al momento de saludarla, y le sueltas el piropo, vas a ver cómo se pone. Llévala a tomar un café nomás, y eso sí, hablen todo lo que puedan. Es importante que la acompañes cuando se vaya, huevón, no importa que viva en el culo del mundo y cuando la despidas te persiga medio centenar de pandilleros sobreexcitados, no importa. Vayan hablando en el taxi y le vas diciendo cosas bonitas al oído, luego te la agarras.
Un café será entonces, es la mejor idea. Pero no estaré en un café toda la tarde. ¿Qué voy a hacer después del café?
Mauricio irrumpió el diálogo con su vozarrón, estaba despeinado y olía a licor como siempre. Está bien todo lo que dicen, pero yo te voy a decir la verdad. Báñate antes; échate perfume pero no mucho que puedes parecer marica; aféitate bien; lávate los dientes; y plancha tu ropa carajo que mira cómo vienes. No la lleves en combi, están llenas de pendejitos y la pueden puntear. Hay tres cosas importantísimas que tienes que hacer: no te tires pedos; no le mires las tetas, porque las mujeres se dan cuenta de eso y hazte una paja antes de salir, porque los hombres pensamos mejor sin semen en el cerebro.

- Lo de los pedos lo entendí y menos mal que me dijiste lo de las tetas, ¿pero es totalmente necesario masturbarme antes?
- Yo sé lo que te digo, Renato, y no lo hagas en la cama porque te puedes quedar dormido.

Todos quedamos callados un rato, yo memorizando todo y mis valientes consejeros ultimando los detalles de la ya controversial y más que seguro deplorable cita que tendré.
Esperaba como quien espera la muerte de rodillas el último consejo de mis amigos, cuando Memo, el más joven de todos después de mi, se interpuso en medio de nuestras miradas incrédulas, pues ¿qué puede saber él?

-A ella le gustan los tipos zalameros, melosos. Yo conocí a su último enamorado y todo el tiempo le estaba dando besitos, la abrazaba y ella feliz.
Así que desahuévate y ponte mosca, vivo porque sino te va a cagar.

Quise decirle que yo no soy así. Soy más bien un tipo reservado y no hablo mucho. Iba a preguntarles sobre qué temas podíamos tener en común para hablar, yo pensaba en Literatura pero ellos se adelantaron casi a gritos:

- Carajo, no hables de literatura ni de libros, ni nada por el estilo. Si lo haces se va todo a la mierda.

No sé por qué tengo que fingir y simular tanto. Quisiera ser yo mismo cuando esté con ella. Me gusta la Literatura y quisiera compartir lo que sé sin que mis amigos se opongan. Quizás no me sienta cómodo esta tarde simulando ser un algo que no soy y teniendo una cháchara sobre cosas sin interés. Si ella fuera un poco diferente todo saldría mejor. Quizás no es la chica para mí, pero igual saldré con ella hoy y haré todo lo que pueda.

- Gracias, muchachos. No sé qué haría sin ustedes. Deséenme suerte más bien.

Hoy es el gran día. Nada puede salir mal.


Giovanni B.

Cosa de locos

Carlitos Romaña pasó de ser cachimbo a pelado permanente, le cortaron tantas veces el pelo por su ingreso (sus padres, sus amigos y un día antes por si acaso) que se acostumbró a la comodidad del cabello corto y aunque no lo dice, cree que ya no le crecerá nunca.
Carlitos pensaba todo lo que tenía que hacer mientras entraba presuroso a la universidad. Era el primer día de clases, sí, su primer día de clases en la universidad. Su mamá lo despertó orgullosa y todos lo saludaron efusivamente antes de irse, hacía tiempo que ni le hablaban, pero como era costumbre ya en él, o maldición quizás, cada vez que Carlitos tiene que ir a un lugar por primera vez, llega siempre tarde. Hoy no fue la excepción.
El profesor aún no había llegado, abrió la puerta imprudentemente y encontró un bullicio total. Todas las caras eran desconocidas, lo miraron por un instante y luego siguieron conversando. No cumplió nada de lo que le dijeron en el umbral de la puerta de su casa, hijito, no llegues tarde para que no te tengas que sentar atrás, que allí se van los maleados, no converses en clase, y eso sí, atiende todo lo que te digan tus profesores.
Se sentó en el primer sitio que encontró, casi en las últimas filas, a su lado estaba una chica muy linda. No le dijo nada, más bien miraba al frente como haciéndose el loco.
Pasaron uno, dos o quizás más minutos, qué bonita es, ¿qué le digo?, tengo que decirle algo, si no pensará que soy un looser, no hallaba qué hacer cuando ella le habló por fin. Se llamaba Gabriela, venía de un colegio de mujeres y además de ser muy bonita, olía bastante bien.
No conocía a nadie pero Gabriela le presento bastante gente, y quizás tuvo suerte o les cayó bien, pues ya estaba invitado a tomar unas chelas a la salida, para romper el hielo nomás, primo, además la primera semana nadie hace nada.
Carlitos pasó las primeras semanas sentado al fondo con sus nuevos amigos. Llegaba tarde y utilizaba toda su capacidad para hacer las tareas en el último minuto. Se dejó influenciar rápidamente por el facilismo que envuelve todas las universidades de este país.
Pronto se fue llenando de libros, libros que algunos profesores sátrapas conminaban a comprar a cambio de puntos, estando sobreentendido qué pasaba si no se adquirían los libros en el mejor de los casos, a veces sólo llegaban a panfletos.
Comprendió que aunque no era vital, era importante el grupo al cual pertenecías y quizás su mamá tenía razón. Así como existían los “maleados” del fondo, que por cierto se les podía encontrar en todas las clases y hasta eran parecidos, se puede encontrar también a unos cuantos estudiosos, y a los pseudoestudiosos que pierden su dignidad por un puñado de puntos y se les conoce popularmente como los sobones, también estaban los peloteros que cada viernes llegaban con ropa deportiva en busca de algún lugar para demostrar sus dotes futbolísticas. No dejemos de lado a los emos, ni a los antisociales en el recuento, que se sientan en un extremo y no te hablan sino hasta la fiesta de graduación cuando están ya ebrios. Por último aquellos que no se adaptan a ningún grupo, forman su propio grupo que son los escépticos, todos aquellos que dejaron de creer en la educación y se dedican a otras cosas como la literatura o perseguir chicas bonitas, que eso sí, hay bastantes.

Giovanni B.

La venganza


Adrián explota, sus padres no le pueden hacer esto, es una actitud demasiado pueril para unos viejotes de cuarenta años. Entonces piensa en vengarse, sí, vengarse.
Podría gritarles todo lo que pensaba de ellos, que eran unos idiotas, que eran uno malos padres, que eran unos fracasados, que odiaría ser como ellos de grande, que eran unos inmaduros, que… tenía tantas cosas que podría gritarles para después tomar una mochila con su biblia y su cuaderno de dibujos e irse a la casa de José Antonio y vivir de la caridad de la tía Gloria, pero sin que se dé cuenta el tío Rómulo, eso sí.
O talvez podría tomar valor, correr a su habitación y lanzarse por la ventana, se quebraría un par de huesos y sus padres se darían cuenta de lo malos que son. No, mejor si se muriese en la caída, así el sentimiento de culpa de sus padres sería insoportable y talvez ellos también terminarían sus vidas desde el segundo piso.
O mejor sería tomarse una decena de esas pastillas para tranquilizar a los epilépticos, algo fácil de encontrar, cosa que se quedaría dormido por bastante tiempo y les causaría un gran shock a sus padres, quienes al verlo en ese estado catatónico llorarían y se darían cuenta que no cumplen bien con su tarea, que tienen que cambiar, y que él es un mártir entre los hijos buenos.
O quizás coger de noche la pistola de su padre, escribir la carta más emotiva del mundo sin olvidar colocar en el final “los quiero, disculpen”, algo que les dolería mucho, luego dibujar el caos de su mente causado por los constantes maltratos psicológico a los que es sometido por ellos, y por fin meterse un balazo, asegurándose primero que salga mucha sangre y que manche mucho la blancura de la pared y la cama de sus padres que duermen.
O, o, o nada. Él sabe que no hará nada, es demasiado buenito como para hacerlo y su religión no se lo permite.



Juanqui

Día "D"

Estaba oscura toda la calle. Sólo habían postes a un lado de la pista, ¿qué hago? Tengo que llegar a su casa y todavía estoy lejos. Tres hombres jóvenes pasaron con las manos en los bolsillos y caminando igualito. Renato iba dando pasos más largos, movía las manos con más fuerza y miraba la hora, ¿me estará esperando lista, me dijo que no había nadie, y si abre la puerta y está desnuda? Hacía frío, cruzó los brazos pero ya no caminaba tan rápido. Ocho y 55, el reloj jodía, es mejor no mirarlo. Tropezó con un buzón medio abierto, putamadre. Un terreno baldío lleno de basura, un montón de piedras y una pared escarchada, sólo faltan tres minutos, voy a orinar al toque. Sacó el sexo por la bragueta del pantalón negro un poco apretado, el viento helado llevaba el líquido amarillento hacia un lado y casi le salpica un pie. Se formó un río sinuoso que llegó hasta la vereda, qué rico, hoy tiene que ser el día. Ya esperé demasiado.
Faltaban dos cuadras, veía su casa blanca que tenía una gran ventana, estaba la luz prendida, quizás está ahí alistándose, un minuto y dos señoras mayores conversaban en una puerta, ojala no me reconozcan. Viejas de mierda, 45, 46,47, 48, aceleró el paso. Ya casi corría.
Enfundó en el bolsillo una caja pequeña, quería asegurarse de que estén ahí, y si no estaban igual ya no había tiempo ni nada qué hacer, hubiera sido al pelo. Mejor aún. Sonó el celular: mi vieja, mejor no le contesto, le dije que llegaría tarde y 57, 58, cinco pasos, el poste grabado con nuestras iniciales. Te quiero tanto, mi chiquita y desde hoy todo será mejor, el timbre, no, ahí estaba ella esperando en la puerta, ¿por qué serás tan puntual? Hola, cómo estás.
– ¿Por qué estás tan tenso, mírate estás sudando?
­­­– No te preocupes, es que quería llegar a tiempo.
– Bueno y lo hiciste, me encanta que seas tan puntual, le dio un beso largo, metió sus manos pequeñas por debajo de su polera, sintió sus uñas largas que le arañaban la piel y jugaban con sus pelos crispados.
–Entraron a la casa, el corazón a mil por hora, sí, no hay nadie. Podemos ver una película. Un cerro de películas, escojamos una y cómo le digo que no quiero películas ni cojudeces.
– Sería bueno que escojas una para niños, me han dejado cuidando a mis hermanitos, agárrame a Luchito un rato, ellos se duermen a eso de las diez, no antes.
– ¿A las diez? Se quitó la polera y así pudo mirar mejor el reloj, apagaron las luces para ver mejor Pocahontas, chibolos de mierda, faltan 53 minutos y unos cuantos segundos.

Giovanni B.