Borracho nunca te acuerdas

Esa fue la primera vez que la vi.

Manuel había pasado no sin esfuerzos sus primeros examenes de linguistica y creación literaria, era un viernes y con unos amigos de la facultad fueron al Caribean Club, era temprano aún, la orquesta afinaba sus instrumentos, el órgano lo tocaba un barbón que a la vez dirigía, la cantante, una morena de cabellos largos hablaba por telefono, pidieron unas cervezas en la barra pues todas las mesas estaban reservadas, Javier comenzó a narrar sus amores fallidos como de costumbre mientras encendió un cigarrillo y en la pista de baile dos parejas solitarias bailaban apretadas sin importarles el ritmo.


Las luces fulguraban y se movían de un lado a otro mientras cambiaban de color, la gente seguía entrando, había más mujeres que hombres de pronto apareció un animador en medio de la pista de baile era diminuto con una corbata graciosa y lentes demasiado grandes para su cara enjuta, todos se concentraron en él cuando comenzó a bailar contorneándose de manera extraña, todos rieron pronto era difícil escuchar las historias amorosas de los amigos de Manuel, al igual que él querían ser poetas, Manuel por un rato se apartó del barullo para pensar en alguna historia que contar sobre enamoradas o algún agarre, sus amigos se mofaban de él porque hacía tiempo que no afanaba a nadie, vivía en el mundo de sus libros esperando a la persona indicada, alguien sensible con quien se pueda observar un ocaso y recitar poemas en una noche desnuda de estrellas y solitaria como un desierto.

Todos comenzaron a bailar él se quedó fumando en la barra y viendo la algarabía de los audaces bailarines, a su lado una chica un poco pálida se retocaba el maquillaje mirándose en un espejo diminuto, pensó en sacarla a bailar no hallaba las palabras correctas; bailamos sonaba muy simple, mejor quieres bailar, finalmente se decidió por estirarle una mano y sonreírle cuando un moreno de rasgos simiescos la cogió de la cintura y sin decirle nada caminó pomposa hacía el centro de la multitud.


-Putamadre, murmuró un tanto decepcionado, se paró para ir al baño, pasaba en medio de las parejas que no le prestaban atención y él se esforzaba para no quemarles con el cigarro y soportaba los empujones como parte del trayecto, había bajado de peso ultimamente sus pómulos eran cada día más huesudos y su cabello más largo, tenía unos jeans celestes y una camisa negra con rayas que sólo se ponía en ocasiones especiales pues decía le traía suerte, se recostó sobre el otro extremo de la barra buscando con la mirada alguna chica solitaria dispuesta a bailar, al no encontrarla entró al baño y procuró demorarse hasta el final de la canción.

Siguió bebiendo más decepcionado en la barra más solitaria llena de ceniceros repletos de colillas y charcos de licor en las esquinas, éste es el lugar de los perdedores murmuraba entre dientes y empinaba el vaso, pedía sin control diferentes tragos amargos que pasaba sin siquiera saborear, trataba de llamar la atención del mozo pero éste asentía todo con una sonrisa, pidío un par de tequilas de la mejor marca y un ron con coca cola mientras se lamentaba de sus desgracias, se sintió mareado en medio de un tumulto y se movía con toda la multitud de un lado a otro en una profunda oscuridad con voces incongruentes, unas suaves, otras más roncas, a cada paso sentía que pisaba líquido cuando cayó.

El humo se le impregnaba en la ropa, cavilaba en un vacio infinito, de pronto se vio hace años y por su mente las imágenes de sus innumerables atisbos amorosos, el frío llegó a su cuerpo que temblaba en medio de calles estrechas llenas de curvas, sus labios se movían sin cesar y todo su cuerpo embestía con fuerza con un sonido crujiente de resortes que saltaban, envuelto de sábanas enmohecidas y suaves gemidos inundaban la profunda soledad de cuatro paredes y una lampara emanaba una luz a medias.

Despertó con los primeros rayos del sol, abrió los ojos y la sorpresa al no saber dónde estaba, no eran sus muebles, ni su cama, no era su casa, estaba desnudo en un lugar desconocido y a su lado yacía una mujer hermosa de leves ronquidos.

No encontró la palabra adecuada, ella despertó, un bucle rizado le llegaba hasta la frente y cubría un lunar pequeño sobre su ceja.

Trató de disimular y no mostrarse sorprendido buscando las palabras adecuadas, luego de un cruce de miradas ella le dijo:

-Manuelito dime aquel poema de anoche, luego me enseñas esos pasos de baile que nunca había visto pero me encantaron, eres bueno.

1 comentarios:

Renato dijo...

interesante escrito, seria bueno hacer un poco mas conocido el blog visitando y comentando en otros, me gusto mucho, a ver si se pasan por mi blog tambien escribo aunque no sea mi carrera
hablamos